Presentación de la entrevista [Una primera versión sin editar se publicó en noviembre de 2008 en el portal de noticias Principio Esperanza, www.principioesperanza.org]. En libro Camilistas (2009)
Quienes realizamos esta entrevista arribamos a la selva
nororiental de Colombia en octubre de 2008, como parte de una delegación
internacionalista. Viajamos desde Bogotá durante dos días de largas horas,
atravesando una innumerable cantidad de retenes militares, sorteando las
amenazas paramilitares y las dificultades de una geografía y un clima que se
volvían hostiles hacia quienes no éramos oriundos del lugar. Durante todo el
trayecto fuimos acompañados por miembros del ELN vestidos de civil que nos
brindaron las medidas necesarias de seguridad.
La región nororiental de Colombia, fronteriza con Venezuela,
se caracteriza por su riqueza en biodiversidad y por los yacimientos petroleros
y minerales. Históricamente, en esa zona se generaron procesos de organización
campesina y un fuerte trabajo de las Juntas de Acción Comunal. Estos tres
factores –la frontera, las riquezas naturales y la organización popular–
convirtieron al lugar en blanco predilecto de la acción contrainsurgente, el
terrorismo de Estado y las matanzas paramilitares. Las diversas guerrillas
surgieron de las necesidades y las luchas de las comunidades campesinas, que
siguen brindando la imprescindible base de apoyo para su subsistencia y
desarrollo.
Tras una serie de postas, finalmente llegamos (en bus, en
canoa, en mulas, a pie) a la profundidad de la selva, al campamento
guerrillero.
Fuimos cálidamente recibidos por los mandos del Frente de
Guerra Nororiental del ELN. “Bienvenidos a casa”, dijo el comandante Alirio con
una voz cadenciosa y marcadamente caribeña, al estrecharnos en un abrazo
fraterno. Pronto se sumaron a la bienvenida Silvia y Rodolfo, “y allí está
José”, indicaron. El cuarto comandante se encontraba unos metros más allá, en
la zona destinada al aseo, fregando sus ropas junto a otros integrantes de la
guerrilla. Los cuatro completaban la “comandancia”, o como ellos mismos lo
definieron, “un colectivo de conducción” que sintetiza distintos orígenes,
experiencias, edades y trayectorias.
El calor era agobiante. Luego de preocuparse por el estado
–notoriamente deteriorado– de cada uno de nosotros, nos indicaron los criterios
de seguridad respecto a nuestras identidades y acordamos los nombres de
cobertura que usaríamos mientras estuviéramos allí. Recién entonces pudimos
relajarnos, dejar nuestras mochilas a un lado, y zambullirnos en un baño reparador,
como solían hacerlo ellos, en un paradisíaco arroyo cercano al campamento.
De a poco íbamos integrándonos a la dinámica del lugar.
Luego vinieron las presentaciones, una suerte de “visita guiada” por el
campamento, el almuerzo, y finalmente la ubicación en los cambuches(1) que ocuparíamos mientras estuviéramos
allí. El sector de encuentro era “la cocina”, una estructura de troncos
cubierta por un nailon negro, con mesada y estantes. A un lado una elevación de
piedras delimitaba el fogón, y sobre él solía estar una gran olla ennegrecida.
Por encima de la mesada, colgados cual cucharón en un gancho improvisado,
descansaban los fusiles de los ocasionales cocineros, y alguna camisa
camuflada, parte del uniforme guerrillero. Las armas acompañando cada actividad
y las celosas guardias, nos recordaban el peligro y el contexto de una Colombia
violenta que penetramos hasta el corazón de su selva.
* * *
El Gobierno de Uribe instaló en Colombia lo que dio en
llamar la “política de Defensa y Seguridad Democrática”. Desde la prédica
guerrerista de los Estados Unidos contra lo que denominan terrorismo, hasta la
existencia de un supuesto proceso de paz, la Seguridad Democrática se exhibe
mediáticamente como la cura a todos los males que padece el país. Es un plan
bélico contra la insurgencia que se plantea como única opción al conflicto
colombiano, en detrimento de la salida política y humanitaria, impulsada por
sectores internos y acompañada, en varios momentos, por aliados internacionales
del pueblo de Colombia, entre ellos los gobiernos de Venezuela, Francia, Suiza
y Cuba.
En nombre de la Seguridad Democrática se justifican acciones
que violan acuerdos internacionales, matanzas ilegales, extradiciones,
persecuciones, control minucioso de la población, de los medios de comunicación
y el aumento permanente del gasto militar que llega a ser casi el 6,5% del
Producto Bruto Interno (en Estados Unidos, el gasto militar representa el 4%
aún incluyendo la guerra contra Irak). Más del 80% de los cargos públicos de
Colombia están asignados a las labores de defensa, seguridad y policía.(2) Es
un Estado guerrerista.
Esta política garantiza y protege los intereses de la
inversión multinacional y los objetivos geoestratégicos de los Estados Unidos
para el continente, entre los que se pueden mencionar el control de la Amazonia(3),
los planes contra la revolución bolivariana en Venezuela y la preocupación por
el proceso de cambios también en Ecuador; es decir, el control económico,
político y militar de la región.
La Seguridad Democrática es el soporte local del Plan
Colombia.(4). Se trata de un proyecto centralmente militar,
que contempla un ingrediente accesorio de inversión social. El incremento de la
guerra en Colombia se financia con esa “ayuda” norteamericana. El Plan Colombia
se enmarca dentro de un proyecto contrainsurgente, que plantea como eje
legitimante la erradicación de los cultivos de coca, aunque las zonas
controladas por los paramilitares no han sido fumigadas. Se trata de una
fachada, ya que los cultivos crecen al ritmo de las ganancias
narcoparamilitares. Por el contrario, las zonas prioritarias a las que apunta
el Plan Colombia son zonas bajo control de la guerrilla. En esas zonas es donde
más atrocidades se han cometido en los últimos años por parte del Ejército:
mayor cantidad de desapariciones, de masacres, violación de mujeres,
apropiación de territorios comunitarios de pueblos originarios, de
desplazamientos forzados. Es en esas zonas donde se masificaron las violaciones
a los derechos humanos.(5)
Hoy, en Colombia, quien decide denunciar esta situación y
asumir el compromiso de transformar la realidad se expone a engrosar la lista
de los más de 7.000 presos políticos(6), o a ser un perseguido, un objetivo
paramilitar a ser exterminado o directamente un “falso positivo”(7) en
una ejecución extrajudicial. O, como optan quienes se suman a la guerrilla, a
vivir en la clandestinidad.
* * *
La entrevista que aquí presentamos fue realizada durante
nuestro segundo día en el campamento. Por varias horas los grabadores encendidos
registraron las palabras y las emociones de los comandantes de la fuerza
insurgente, que durante ese tiempo dejaron reposar las armas en la extensa
tabla que hacía de mesa. Espantando circunstanciales moscas y jejenes,
compartimos un paquete de cigarros baratos y nos dispusimos al diálogo. El
grabador sólo se detuvo cuando alguno de los comandantes consideraba que sus
apreciaciones –que, sabían, haríamos públicas a nuestro regreso– podía vulnerar
las medidas elementales de seguridad impuestas por la vida clandestina de
quienes sostienen con su entrega cotidiana una organización catalogada, por el
gobierno colombiano, el de los Estados Unidos y la Unión Europea, como
“terrorista”.
La conversación fue y vino libremente desde la historia
hasta el presente. Nos contaron de los curas guerrilleros Camilo Torres y
Manuel Pérez, de la raíz cristiana y humanista que se entrelazó con las ideas
marxistas desde el origen de la organización. Explicaron su relación con las
FARC y con los campesinos que cosechan coca. Nos hablaron de sus proyecciones y
expectativas del proceso colombiano.
Sobre la mesa de trabajo, junto a los grabadores y las
armas, reposaban un termo con café colombiano y las computadoras personales de
alguno de ellos. Durante la charla circularon algunas bromas que ayudaron a
distender el clima denso que se generaba con los relatos de la dura realidad
colombiana. En un extremo del carpón que nos cobijaba, se extendían las
banderas rojinegras de la organización con sus consignas. “Ni Un Paso Atrás, Liberación
O Muerte”.
Los tres hombres y la mujer que entrevistamos son personas
sencillas que allí conviven, estudian, planifican, dirigen y cuidan a otros
jóvenes guerrilleros y guerrilleras. Cada día comparten de igual a igual con
sus compañeros y compañeras los momentos de la limpieza, las guardias, la
preparación de las comidas y las tareas cotidianas.
Mantuvimos con esas cuatro personas una
charla sincera y emotiva, en un clima de trabajo casi familiar.
* * *
Colombia ocupa un lugar geoestratégico en nuestro
continente: limita con Venezuela, Brasil, Perú, Ecuador y Panamá. Posee salida
a dos océanos, y sus tres grandes cadenas montañosas, su selva, sus variados
ríos, la biodiversidad, el petróleo y el gas la convierten en un territorio
privilegiado. Los Estados Unidos han tenido desde siempre su mirada en estas
riquezas. Hoy Colombia es un laboratorio de guerra del imperialismo. El
fenómeno paramilitar es un ejemplo de esta injerencia contrainsurgente, y se
explica desde su propia historia.
La versión oficial sitúa el origen del paramilitarismo en
los años 80, a partir de la creación de ejércitos privados por parte de los
terratenientes. Sin embargo, existen documentos que remiten este origen a
principios de los años 60. Se trata de las actas de una misión secreta del
ejército norteamericano, que estableció una doctrina de guerra que tuvo como
eje el desarrollo del paramilitarismo. Allí queda claro cómo impusieron a los
gobiernos colombianos el desarrollo de grupos mixtos de civiles y militares.
Uno de esos documentos plantea claramente la organización de “actividades
terroristas paramilitares”. En el año 1963 el Ejército colombiano elaboró un
manual donde puede verse claramente la estrategia paramilitar. En 1965, un
decreto autorizó a crear grupos auxiliares del Ejército conformados por
civiles, y a entregarles armas.
El paramilitarismo es concebido como una estrategia de
Estado, adoptada a partir de las directivas de los Estados Unidos, que se va
desarrollando por etapas. La primera fase es la del terror, caracterizada por
grandes masacres y desplazamientos forzados de población. Una vez logrado el
dominio de la zona, viene la segunda fase, de represión más selectiva y
búsqueda de los focos de resistencia. La tercera fase se caracteriza por la
reorganización de la comunidad con criterios contrainsurgentes, y la cooptación
y penetración en las organizaciones más tradicionales del tejido comunal. En
algunas zonas el paramilitarismo ha llegado incluso a controlar barrios enteros
quitando muchas funciones a las mismas parroquias, organizando las
conmemoraciones tradicionales, los festejos locales o el día de la madre;
dictaron reglamentos de convivencia, e instalaron una cultura paramilitar.
Luego, la cuarta fase se caracteriza por la construcción abierta de un poder
económico, político y militar. Los líderes del paramilitarismo han reconocido
que una de sus grandes fuentes de financiación es el narcotráfico. Eso también
ha sufrido un proceso de legalización, pues estos dineros se “lavan”, en
compras de tierras y en inversiones. Con el tiempo empiezan a construir
empresas lucrativas, a apoderarse de fondos estatales y a financiarse con el
contrabando. Con este poder avanzaron sobre el propio Estado, a través de la
compra de elecciones por medio del fraude, del manejo de congresales, y de
vínculos con el presidente de la Nación. A ese proceso en Colombia se lo
denominó “parapolítica”. A partir de eso se puede establecer el desarrollo de
una quinta fase, la institucionalización del paramilitarismo: el gobierno de
Álvaro Uribe.(8)
Uribe creó además las redes de informantes y de cooperantes(9),
como forma de integrar a los paramilitares a la vida legal. Transformó toda la
normatividad de las empresas de seguridad privada, estableciendo vínculos entre
éstas y el Ejército, para allí también reinsertar a miembros de estos grupos.
Paralelamente, en los últimos años se instrumentaron los
mecanismos necesarios para garantizar la impunidad de los crímenes cometidos. A
partir del año 2004 el gobierno promovió un proceso de desmovilización
paramilitar, acompañado de varias medidas legislativas que muchos organismos de
derechos humanos analizaron como una amnistía encubierta.(10)
Existe en Colombia una inmensa red de funcionarios
involucrados en la “parapolítica”. A partir de testimonios e información
encontrada en computadoras de los jefes paramilitares se conoció la forma en
que el paramilitarismo controla desde hace años la política de amplias zonas
del país. En el 2006 entraron al Congreso 10 partidos, 8 de los cuales están
implicados en la parapolítica y, de éstos, 7 son uribistas. Los parlamentarios
comprometidos representan aproximadamente el 30% de los miembros del Congreso.
La propia reelección del presidente Uribe fue cuestionada por haber sido
“comprada”.(11) Más recientemente se conoció la forma en que el
grupo paramilitar conocido como Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ejecutó
un plan de exterminio contra sindicalistas y activistas de derechos humanos,
que se sumó a los ataques y asesinatos de guerrilleros por parte del Estado,
sin respetar siquiera los tratados internacionales que rigen las normas del
enfrentamiento armado.
* * *
Durante nuestros días en la selva, fuimos adaptándonos a las
rutinas y a la disciplina del campamento guerrillero. Cada día, luego de la
diana a las cinco de la mañana, compartimos la formación frente a la bandera y
el himno de la organización. Con el tiempo, los recuerdos y las palabras se
entremezclan con las sensaciones, los sabores y los olores del lugar. Las
charlas con los guerrilleros más jóvenes, mientras compartíamos jugos de
guayaba, maracuyá, mora, papaya y otras
frutas autóctonas en cada desayuno, nos acercaba a esa vida cotidiana, a esas
convicciones, a cada una de las historias de lucha de aquellos combatientes.
El interés de los integrantes del campamento por dar a
conocer su cotidianeidad, sus vivencias, sus padecimientos, sus combates; pero
sobre todo, la calidad humana de cada uno de ellos, fue lo que posibilitó que vivamos
intensamente el encuentro durante la breve estadía. Los aromas y sabores
penetrantes del café, de los patacones (plátanos preparados con ajo) o de los
pescados fritos en aceite de coco, aún nos invaden cuando nos remontamos a
aquellos días. Las partidas de ajedrez, las actividades educativas que
compartimos, los momentos de recreación y la cotidianeidad con que cada
combatiente cuidaba y manejaba su fusil, hacen un todo en el que resalta la
coherencia como materialización de las palabras, la insurgencia hecha vida
cotidiana. Al igual que las lágrimas de uno de los comandantes que, a la hora
de recordar a compañeros caídos de “nuestros países”, se le quebraba la voz y
su emoción dolía en la profundidad de la selva.
* * *
Fuera de allí, en la vida cotidiana de las principales
ciudades de Colombia, gran cantidad de gente es objeto de la manipulación y la
alienación que se imponen desde una invisibilizada guerra mediática. Pareciera
otro mundo, en donde los militares son vistos como héroes nacionales y la
insurgencia está irracionalmente demonizada. Allí es donde el gobierno
construye su hegemonía, que resulta de la misma manipulación informativa y
mediática. Los siete millones de votos obtenidos por Uribe en su reelección del
año 2006, frente a una población aproximada de veintiseis millones de personas
en condiciones de votar, hablan de un apoyo que, más allá de la utilización
política a que se presta, no deja de ser minoritario.(12)
Las corporaciones mediáticas asociadas al poder y plenamente
vinculadas a los beneficios de esta política guerrerista, son las mismas que
presentan a Colombia como un modelo de democracia, de progreso y libertad. Se
busca instalar la idea de que no hay conflicto armado. Las causas sociales e
históricas que le dieron origen, nunca estuvieron en los titulares de los
diarios o las pantallas de los canales de televisión. A través de una agresiva
campaña de propaganda se difunde la idea de que el problema más grave de
Colombia es el terrorismo. Y terrorismo, para el lenguaje mediático, es igual a
insurgencia. Minimizando, ocultando y deformando la información sobre los
desaparecidos, los “falsos positivos”, las masacres y los desplazados que se
cuentan por cientos de miles, como también la responsabilidad directa del
Estado y las empresas multinacionales en estos crímenes. El prestigioso sociólogo
colombiano Orlando Fals Borda, refiriéndose a la retórica de Uribe, la define
como “…un lenguaje sibilino inspirado en
George Orwell y su novela 1984 para
convencer a las masas de las bondades del régimen”.(13)
La propaganda oficial exhibe un país que crece, que mejora.
Sin embargo, Colombia tiene uno de los índices de desigualdad más altos de
América Latina: sólo el 0,3%, de la población es propietaria de más de la mitad
de las tierras. Según el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) del año 2007, 17 millones de colombianos y colombianas viven en la
pobreza, seis millones están en la indigencia, y la distancia entre los más
ricos y los más pobres sigue creciendo.(14)
Causa y efecto de la implementación de esta guerra sucia,
son las extraordinarias rentabilidades de las empresas multinacionales(15),
cómplices de las más variadas atrocidades: la degradación del medio ambiente;
la persecución y exterminio de sindicalistas; la contratación clandestina de
grupos paramilitares; las ejecuciones extrajudiciales de los integrantes de
movimientos sociales que se les oponen; la precarización de sus trabajadores;
la adulteración de sus productos con grandes daños en la salud de los
consumidores.(16)
Para estas multinacionales la renta sigue en aumento. En
Colombia el proceso uribista ha privatizado importantes recursos estatales bajo
esta lógica. Durante el año 2007 se liquidó la salud pública mediante la
privatización de los hospitales estatales y se despidieron más de cincuenta mil
trabajadores de la salud. Para la población excluida, han dispuesto una tarjeta
“de pobre” donde una empresa presta el servicio que pagará el Estado. A partir
de esta situación se sucedieron hechos que la jerga popular denominó como
“paseos de la muerte”: un ciudadano sin recursos va a un hospital, donde no lo
atienden porque su tarjeta no se corresponde con la empresa que lo administra;
va a otro, y a otro, hasta que finalmente fallece en la búsqueda de quien lo
atienda.
Los planes privatizadores permitieron
al Estado contratar entidades privadas para gestionar la educación pública, a
la par que avanzó la tercerización laboral aplicada a los docentes.
El sistema educativo estableció estándares curriculares que
orientaron la formación a la generación de mano de obra barata que se ajuste a
los requerimientos de las multinacionales.
Al igual que durante la peor ofensiva neoliberal de la
década del 90 en todo el continente, en Colombia el proceso privatizador parece
no tener fin, aun buscando formas solapadas de avanzar contra el patrimonio
público. El Estado vendió el 49% de la Empresa Colombiana de Petróleo,
ECOPETROL –la empresa estatal más rentable–, bajo la forma de acciones que
pudieran ser compradas por cualquier ciudadano. De esta manera se generó en
muchas personas de a pie la falsa ilusión de estar participando de las
ganancias, y a partir de ese espejismo, parte de la sociedad tolera aumentos
periódicos de combustible –lo que encarece el conjunto de la vida cotidiana–
tras la expectativa de verse beneficiada por el aumento de las acciones de la
compañía. Después de esa primera medida, se vendieron a capitales
trasnacionales parte de las acciones que quedaban en manos del Estado. Esta
privatización, aún bajo esta modalidad particular, responde a los compromisos
asumidos por el gobierno de Colombia en el marco del Tratado de Libre Comercio,
impulsado en la región por los Estados Unidos.(17)
* * *
El encuentro con los guerrilleros del ELN resultó para
nosotros una experiencia humana y políticamente intensa. Las palabras de los
comandantes, atravesadas por la vida en campamento, por una coyuntura violenta
y cambiante, están vivas más allá del texto que las contiene. Crecen en la
medida en que quien las escucha, quien las lee, se va involucrando en la
realidad colombiana y su correspondencia en el escenario latinoamericano.
Ya saliendo del campamento, aquellas palabras comenzaron a
contextualizarse para nosotros y a adquirir renovado sentido cuando conversamos
más en profundidad con Luna, una joven campesina y combatiente guerrillera.
Con la misión de hacernos de guía y custodia, nos acompañó
hasta “abajo”, la zona poblada bajo control insurgente, menos expuesta a
enfrentamientos con el Ejército. Allí nos recogerían para iniciar un largo
viaje de regreso. A pesar de sus duras condiciones de vida clandestina, Luna
contagiaba alegría.
En el campamento nos había hablado de su amor por lo que
hacía, su compromiso con la organización que integraba, el afecto que sentía
por sus compañeros. Con iluminada sonrisa, nos había hecho conocer su cambuche, que había arreglado para la
ocasión. Allí estaban su fusil reposando junto a algunos libros, sus cremas,
unas revistas, recuerdos de compañeros colgando en las paredes de nailon negro,
una computadora portátil y otros objetos personales. Habíamos hablado con ella
de música, de política, de las comidas en el campamento… Pero fue a través de
varias horas de caminata en la cerrada noche, hundiéndonos en el barro,
cruzando arroyos y marcando un ritmo de marcha que apenas podíamos seguir, que
nos fue develando su historia detrás de la opción por la guerrilla. Nos contó
sobre sus hijos, a quienes no veía desde hacía tres años y extrañaba (los niños
estaban al cuidado de la abuela; ella, al ser una persona identificada por el
ejército y con pedido de captura, no podía acercarse a las poblaciones). El
padre de los pequeños había caído en combate un tiempo atrás, y su reciente
compañero había sido alcanzado por una bala del Ejército la semana anterior. En
un descanso de la marcha, nos describió largas noches de zumbidos de bala y
combates que duraban días. Guardias y lunas sin dormir o apenas reposando un
par de horas sobre una manta, acurrucada entre el barro y el matorral. Nos
contó aspectos de la formación política de los combatientes del ELN y nos habló
de sus deseos de convertirse en “analista de sistemas y comunicaciones”,
estudio que encararía en breve en el seno de la organización. Estos y otros
relatos surgieron de la experiencia de una mujer admirable, que llevaba los
últimos doce de sus jóvenes treinta años de vida en la guerrilla.
Lo que veíamos en Luna, en sus relatos, en sus ojos, era lo
mismo que habíamos visto en las decenas de muchachos y chicas que conocimos en
el campamento, que se forman y viven cotidianamente combatiendo en el ELN. Y
era lo mismo, también, que habíamos percibido en las palabras de la entrevista
a los comandantes, a pesar de la jerarquía y la implicancia militar de la
responsabilidad que acarrean.
* * *
Llegado el fin de nuestro
viaje, nos despedimos de todos con un abrazo fraterno y sincero. Dejábamos en
la oscuridad de la selva a muchas personas con historias parecidas. A un grupo
de comandantes, hombres y mujeres sencillos que tenían la responsabilidad de
conducir un frente de guerra en una zona caliente del conflicto (aunque eso no
les impedía jugar el rol de “padre” o “madre” ante los más jóvenes del grupo).
Comandantes que escuchaban, que se emocionaban y mostraban sus lágrimas, que
lavaban, cocinaban y compartían alegrías y tristezas al igual que cada uno de
los habitantes de aquella “casa”. Con más de veinte años en la selva, con
formación política y militar a la altura de sus responsabilidades, uno de ellos
cuenta en la entrevista: “desde el
momento en que uno personalmente abandonó la ciudad por seguridad, esa decisión
de vida que yo tomé, de ser insurgente, de buscar la libertad, la liberación
colectiva, se iba haciendo desde ya, con uno. Entonces yo digo, nuestra lucha
por la liberación, nuestra lucha por el socialismo, nuestra lucha por el poder
popular, se da desde nuestra ‘casa´, desde nuestro lugar de campamento,
inclusive si estuviera hoy en la ciudad, se debería dar desde mi familia.
Entonces la liberación nuestra se está dando desde nuestras veredas de influencia(18) como fuerza insurgente, desde nuestro
trabajo (…) La lucha por la liberación es alegría, es comunión, es compartir,
es libertad, es solidaridad, es una opción real por los pobres, es reafirmación
del compromiso.”
* * *
Colombia es un país sumido en una mal disimulada guerra
civil, víctima de un modelo depredador de la naturaleza y privatizador que
ataca a la salud, la educación y los más elementales derechos humanos.
Penetrado por el narcotráfico y el paramilitarismo, con su pueblo amenazado por
uno de los ejércitos mejor preparados en contrainsurgencia, orientado
estratégicamente por el imperio más poderoso del planeta.
Pero Colombia también es territorio de resistencias. De
organizaciones insurgentes que en pocos años más cumplirán medio siglo de vida,
y también de una extensa red de organizaciones en lucha, sindicatos, grupos de
derechos humanos, comunidades de paz, que construyen proyectos de futuro, de
humanismo: embriones de otra historia posible.
Esta realidad es la que nos permite poner en contexto y
comprender, por ejemplo, la opción de vida de Luna, joven campesina
clandestinizada por la persecución del Ejército. A partir de la valoración del
drama profundo de una Colombia desgarrada podemos dar real dimensión al
compromiso de una cantidad de jóvenes que optan por sumarse a la guerrilla para
formarse como combatientes, no por dinero, no por ambición personal, sino por
ser fieles a las ansias de libertad de un pueblo oprimido, buscando vencer la
alienación y la maquinaria de muerte que propone el imperio.
De una remota zona de la selva colombiana surgen estas
palabras guerrilleras que desbordan de humanismo; es allí donde las palabras de
paz y de justicia deben mantener alerta un fusil que las proteja y les permita
ser dichas. Que les permita ser.
-
-
1. Así denominan en la
guerrilla a las precarias “habitaciones” que cada guerrillero o guerrillera
dispone para pasar las noches en el campamento, construidas en base a una
estructura de troncos, hilos y lona plástica negra. En su interior, se
encuentra solamente una tabla separada del piso con un colchón cubierto por un
mosquitero, y algunos estantes.
2. Crf. el n° 6-7
(enero/julio de 2008) de la revista CEPA, dirigida por Orlando Fals Borda.
3. “La Amazonia alberga el
56% de la superficie de los bosques tropicales. Contiene la mayor diversidad
biológica del mundo. Produce aproximadamente el 40% del oxígeno del planeta.
Representa una de las mayores reservas de agua dulce renovable y contiene
además enormes yacimientos de petróleo y gas” (Heinz Dieterich, La cuarta vía
al poder, Ed. 21, Buenos Aires, 2000).
4. “El Plan Colombia es, al
mismo tiempo, un proyecto de terrorismo de Estado –lo que el eufemismo denomina
contrainsurgencia– y de modernización capitalista neoliberal”. (Heinz
Dieterich, Ibidem.)
5. Más información en:
http://www.javiergiraldo.org/spip.php?article35
6. Datos de la Fundación
Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (Colombia).
7. Se denomina en Colombia
“falso positivo” a los casos de civiles asesinados por la represión estatal que
el Ejército presenta como combatientes guerrilleros caídos en combate. Puede
referirse también al montaje de auto-atentados de los cuales culpan a las
fuerzas insurgentes, o la supuesta “frustración” de algún plan terrorista. Se
han denunciado más de 1400 de estos casos bajo la política de la Seguridad
Democrática. Los propios gobernantes afines a la represión ilegal se encargan
de transmitir los últimos “golpes contundentes” a las guerrillas o exhiben
morbosamente los cadáveres de quienes visten con uniformes de las fuerzas
insurgentes. Buscan “mostrar resultados” para demostrar que el Estado está
ganando la guerra. Para ello se establecieron sistemas de estímulos (ascensos,
días libres) a los militares para motivarlos a que entreguen los ansiados resultados
(datos Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado, MOVICE).
8. Sobre origen del
paramilitarismo como estrategia de Estado ver:
-
http://www.javiergiraldo.org/spip.php?article75
- Sitio web del movimiento
Nacional de Víctimas de Crímenes deEstado:
http://movimientodevictimas.org/~nuncamas/
index.php/documentos/recomendados/26-instrucciones-para-legalizarel-paramilitarismo.html
- Dictamen final del Tribunal
Permanente de los Pueblos (TPP), CapítuloColombia. 23-7-08.
- Artículo del periódico El
tiempo: http://www.eltiempo.com/participacion/
blogs/default/un_articulo.php?id_blog=3168&id_recurso=300001008).
15/05/07.
- “Guerra, estrategia de
acumulación capitalista en Colombia, RevistaCEPA N°4 (julio/septiembre 2007).
9. Uno de los programas
centrales de la política de seguridad democrática es la red de cooperantes e
informantes integrada por civiles y empresas privadas de vigilancia que cumplen
funciones de inteligencia militar. Motivados en muchas ocasiones por la
recompensa que se ofrece, esta información es utilizada como único fundamento
para la detención y como prueba dentro del proceso penal. De esta forma,
numerosos líderes sociales y defensores de los derechos humanos han permanecido
o permanecen en la cárcel durante meses o años porque algún informante los
acusó de vínculos con la guerrilla. (Gloobal revista N° 3, 4/12/04.
www.gloobal.net).
10. Sentencia del Tribunal
Permanente de los Pueblos (TPP), Capítulo Colombia, op.cit.
11. Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal. Comunicado 0906. 09/11/06.
- “La relación con las
organizaciones criminales podría llevar a la disolución del partido de "La
U"”. José Antonio Sánchez, Periódico El Tiempo, Bogotá, Colombia.
14/11/06.
- “La parapolítica”. Revista
Semana, Bogotá, Colombia. 11/11/06. - “Revelaciones del computador de
"Jorge 40"”. Revista Semana, Bogotá, Colombia. 10/09/06.
- “La degradación de las
instituciones de un país”. Revista CEPA, N° 6 (01/08) y Nº7 (07/08).
12. Más información: audio de
integrante de la Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, en
http://www.principioesperanza.com
13. Fals Borda, Orlando. La
subversión en Colombia. 4ª edición actualizada, Fica-CEPA, Bogotá, 2008. Pág.
262.
14. Sentencia TPP, op.cit.
15. Algunas de las empresas
que operan en Colombia y que, según el informe final del Tribunal Permanente de
los Pueblos, tienen complicidad con la guerra y la política que la financia,
son: Coca Cola, Nestlé, Chiquita Brands, Drummond, Cemex, Anglo American, BHP
Billington, Anglo Gold Ashanti, Kedhada, Smurfit Kapa–Cartón de Colombia,
Pizano S.A. y su filial Maderas del Darién, Urapalma S.A., Monsanto, Dyncorp,
Multifruit S.A. filial de la transnacional Del Monte, Occidental Petroleum
Corporation, British Petroleum, Repsol YPF, Unión Fenosa, Endesa, Aguas de
Barcelona, Telefónica, Canal Isabel II, Canal de Suez, Ecopetrol,
Petrominerales, Gran Tierra Energy, Brisa S.A., Empresas Públicas de Medellín,
B2 Gold–Cobre y Oro de Colombia S.A.
16. Sentencia TPP, op.cit.
17. Las bases y la estrategia
para la privatización y el aprovechamiento del patrimonio público que ejecuta
el gobierno están consignadas en el Documento 3281 del CONPES (Consejo Nacional
de Política Económica y Social) de 2004. Ver además: “Ecopetrol cambia de
imagen y anuncia que el 27 de agosto saldrán a la venta sus acciones” (El
Tiempo, Bogotá, 22 de julio 2007); “De nuevo las privatizaciones” (El
Espectador, Bogotá, semana del 24 al 30 de junio 2007; y “Avanza devastador
proceso privatizador y social. Colombia-TLC-IIRSA” (www.desdeabajo.info, 23 de
agosto de 2007).
18. Así denomina a los
pueblos y caseríos distribuidos entre los valles.