Aquel aeropuerto de Trelew que albergó a los militantes fugados del Penal de Rawson el 15 de agosto de 1972, que acabó con la masacre de 16 revolucionarios. En Prensa De Frente (Ar) | La Haine (Es)
Trelew.- Como cada 22 de agosto desde hace ya una década, el pasado lunes se conmemoró en el viejo aeropuerto de Trelew la Masacre que en 1972 acabó con las vidas de 16 militantes de las organizaciones revolucionarias de la época. El cierre estuvo a cargo de Alberto Santillán, quien vinculó las luchas de ayer y de hoy y reivindicó que su hijo se sintiera “continuidad de quienes habían caído en la lucha”. El acto se convocó desde el espacio unitario de la Comisión por la Memoria del Pueblo, reactivada hace una década pero con el antecedente de los encuentros de familiares, abogados y compañeros de la víctimas durante los años calientes de la represión.
La Comisión por la Memoria del Pueblo convocó esta vez a marchar desde el Comedor Universitario hasta el aeropuerto de Trelew desde donde 6 de los dirigentes revolucionarios lograron fugar una semana antes de los fusilamientos de 1972. Que la movilización se iniciara allí no resultó casual: la Federación Universitaria Patagónica, instancia organizativa del movimiento universitario, es conducida por la Tendencia Estudiantil Revolucionaria (TER), agrupamiento que hace una clara reivindicación de la lucha de los 70 y de los militantes fusilados en la Base Almirante Zar, a pocos quilómetros de la ciudad.
La columna, encabezada por los estudiantes, se nutrió también por los movimientos barriales Coordinadora de Trabajadores Desocupados (CTD) y 28 de agosto a quienes se sumaron el agrupamiento sindical Espacio Docente, representaciones de fuerzas políticas como el PTS, Proyecto Sur, MIR, Quebracho, Frente Popular Darío Santillán y diversos grupos sociales y personas que adhirieron al homenaje, como los integrantes del Foro Social y Ambiental y el Proyecto Futuro con Memoria.
Aquel aeropuerto de Trelew que albergó a los militantes fugados del Penal de Rawson el 15 de agosto de 1972, y que puede verse en el documental “Ni olvido ni perdón” del Grupo Cine de la Base, en el que tres de los dirigentes de las organizaciones revolucionarias dieron una conferencia de prensa televisada (Mariano Pujadas de Montoneros, María Antonia Berger de FAR, y el “Indio” Rubén Pedro Bonet del PRT), desde 2006 fue convertido en “Museo de la Memoria” (ya no funciona como aeropuerto, aunque su pista es usada por un aeroclub que se instaló en las inmediaciones). Allí se realizó el homenaje, que empezó con las palabras de Iván Bonet, nieto del dirigente del PRT asesinado en la Masacre. El joven, que reside en Francia y era la primera vez que participaba de un homenaje a su abuelo revolucionario, se encargó de trazar la línea de continuidad histórica que los propios organizadores del acto habían previsto, agradeciendo la presencia del padre de Darío Santillán, asesinado en 2002 en la represión a las luchas piqueteras en el sur del conurbano bonaerense.
Tras las firmes palabras de los distintos oradores (uno por cada una de las organizaciones presentes) entre los que se destacaron las palabras de Bárbara Quintana, presidenta del Centro de Estudiantes de Humanidades [escuchar abajo], y de Gonzalo, militante del MIR que recordó cuando iniciaron junto a Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo, los primeros homenajes, hablaron Fernando Esteche, integrante de Quebracho, Pablo Solana del Frente Popular Darío Santillán-COMPA, y finalmente Alberto Santillán, quien señaló: “Mi corazón late más fuerte, se me pone la piel de gallina. Pienso en esta hermosa juventud, y a través de esta juventud veo a mi hijo. Lo veo en esas miradas, en ese fuego sagrado que tienen”. Tras anunciarse que la Universidad Patagónica otorgará el título de Honoris Causa a las Abuelas de Plaza de Mayo, el mismo Alberto Santillán cerró el acto nombrando, junto a dos de los organizadores, a cada uno de los fusilados en Trelew, a los que sumaron la mención de Kosteki, Santillán y otros caídos en la lucha, para coronar cada caso con un “presentes, ahora y siempre!”.
Sin ser parte de la organización previa ni de la movilización de ese día, llegados al lugar en seis automóviles, unos 20 integrantes de la agrupación kirchnerista “La Cámpora” protagonizaron el único hecho disonante: intentaron una reivindicación oficialista de la fecha con cánticos que no prosperaron, para terminar al rato plegando sus banderas y retirándose del homenaje ante los discursos que uno tras otro respondieron a la provocación con menciones críticas a “quienes empiezan a militar desde el poder mientras otros resisten desde hace años junto al pueblo”, o haciendo referencia a la represión en las provincias alineadas con el gobierno nacional.
Por la noche, la vinculación histórica que va desde Trelew hasta las luchas actuales tuvo otro capítulo, con una disertación organizada en el mismo comedor universitario desde donde había partido la movilización horas antes. Allí, Fernando Esteche se refirió a las causas judiciales por las que puede quedar preso en poco tiempo, y Alberto Santillán, acompañado por un compañero de militancia de la organización que lleva el nombre de su hijo, hizo una emotiva semblanza de Darío, desde los valores de solidaridad que lo caracterizaron en su adolescencia hasta su opción militante que lo llevó a “elegir vivir su vida junto a los que menos tienen, para sembrar conciencia, para luchar por cambiar la sociedad”. No pudo estar presente por compromisos laborales César Antillanca, el padre de Julián, otro joven asesinado por el gatillo fácil policial, en este caso del entonces gobernador Das Neves. Fue el propio Santillán quien recordó la candidatura del ex gobernador chubutense junto a Eduardo Duhalde, el responsable de otra Masacre, la de Avellaneda.
La militancia barrial, estudiantil, sindical y política que colmó las instalaciones del Comedor universitario, daba cuenta de la emoción y el compromiso de lucha, por la memoria de los caídos de ayer y de hoy, y por la coherencia que aquella memoria había adquirido, a lo largo de toda la jornada, con las luchas actuales y la justicia social anhelada que, más allá de los juicios a los represores, aún sigue pendiente de ser realizada.