Después de las reiteradas –aunque no por ello menos justas- reivindicaciones de los derechos humanos que imponía la fecha y la mística construida por el kircherismo, la presidenta se permitió hablar de “chantaje” y “extorsión” en referencia a las huelgas de los trabajadores. Se refería a la disputa al interior de la CGT, pero en seguida centró su mira en las luchas obreras más consecuentes. [Con Cristian Delicia]. En Marcha (Ar)
Por Cristian Delicia y Pablo Solana. Después de las reiteradas –aunque no por ello menos justas- reivindicaciones de los derechos humanos que imponía la fecha y la mística construida por el kircherismo, la presidenta se permitió hablar de “chantaje” y “extorsión” en referencia a las huelgas de los trabajadores. Se refería a la disputa al interior de la CGT, pero en seguida centró su mira en las luchas obreras más consecuentes.
Elocuente selección de “enemigos” se permitió la presidenta al identificar los problemas de la “Nueva Argentina”: se refirió a los fondos buitres “que siguen tratando de aletear para ver sobre qué cadáver pueden carroñar“; mencionó “cinco corridas cambiarias de las corporaciones creyendo que este Gobierno iba a ceder”, para después referir a la coyuntura de la Ley 125 y los conflictos “destituyentes”. Cuando comenzó a referirse al derecho de huelga, y arriesgó comparaciones con el gobierno de Perón, naturalmente muchos pensaron en Hugo Moyano y la disputa, cada vez más explícita, que el poder ejecutivo mantiene con la actual cúpula de la CGT. “El derecho de huelga es un derecho que asiste a todos los trabajadores por imperio de la Constitución reformada. Hay derecho de huelga, pero no de chantaje ni de extorsión”, dijo. Es que el jefe sindical –que hoy mismo hará una demostración de fuerza en el Estadio de Huracán, y se espera que en el discurso responda a la presidenta- amenaza con demostrar cierta capacidad de movilización o incluso dividir la central obrera si el gobierno insiste en acotar su poder. La necesidad de poner un techo a la capacidad de los sindicatos de defender los derechos de los trabajadores en tiempos de crisis por venir, podrá empezar por Moyano, pero está claro que ni termina ahí, ni tiene en esa interna la única preocupación del gobierno. A continuación la presidenta focalizó su crítica, en pleno discurso de reasunción y en cadena nacional: “Ustedes habrán recordado el prolongado conflicto docente de Santa Cruz que, además, se unió a un conflicto con los trabajadores del petróleo. Curiosamente, es el salario docente más alto de la República Argentina. Y de la actividad privada, el salario de los petroleros, es uno de los más importantes junto al del sector minero. Con una huelga que se prolongó por meses y que, además, tuvo la toma por primera vez en la historia de Santa Cruz, de sectores docentes que tomaron yacimientos petroleros, le significó al país una pérdida por día de más de 10 millones de dólares y al conflicto durante todo el conflicto 820 millones de dólares”.
Las respuestas no tardaron en llegar, de parte de los propios trabajadores: Pedro Muñoz, Secretario General del gremio docente de Santa Cruz, ADOSAC, explicó a la Agencia OPI: “La presidenta omitió decir que Santa Cruz tiene la canasta básica más alta del país y que su comparación respecto de los salarios con el resto de los trabajadores docentes es capciosa, ya que en ningún caso alcanza a cubrir el 50% de la canasta básica. Habla de chantaje y es justamente a la inversa, ya que es el Gobierno el que acude a las paritarias y si hay algo que no le gusta la cierra y no convoca más, para nada son convocatorias abiertas”.
¿Por qué la Presidenta de todos los argentinos elegiría referirse a las luchas de los trabajadores de Santa Cruz, para descalificarlos, en un discurso fundante de una nueva etapa política? ¿Tal vez porque se trata de la provincia donde vivió, donde crecieron sus hijos e hizo parte de su carrera? Seguramente que ese no sea el motivo central. El conflicto docente llevado adelante por el gremio ADOSAC, fue una de las luchas obreras más importantes del año que termina; que logró un fuerte arraigo entre sus bases, e instaló la justeza de su reclamo a nivel nacional y logró altísimos niveles de solidaridad a lo largo del país, no sólo de gremios docentes. En su provincia, la confluencia con los trabajadores del Petróleo, fue una muestra más de la capacidad de lucha y de articulación social, y también política, de esas luchas de los trabajadores. Por caso: en Buenos Aires, la única forma que encontró el gobierno nacional de hacer retroceder a los docentes de Santa Cruz fue con una represión en las puertas del Ministerio de Trabajo. A su regreso, aún después de un desgaste grandísimo, en las elecciones internas la conducción combativa del gremio renovó el apoyo masivo de los docentes para seguir al frente del sindicato con una política de lucha en defensa de los intereses de los trabajadores.
¿Será acaso ese modelo de independencia de clase, de organización de base, lo que Cristina eligió confrontar? ¿Podrá ser esta una de las principales preocupaciones que identifica el gobierno para una etapa en la que ningún gobierno puede darse por ajeno de los coletazos de la crisis internacional?
… ¿Será?