Después del triunfo del No que reposicionó a Uribe y el Nobel de Paz que legitimó a Santos, la mesa de negociaciones que se iniciará hoy entre el gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional -ELN- en Quito, Ecuador, ofrece una nueva oportunidad al movimiento social y la izquierda que se movilizan en torno al eje principal de la agenda: la participación de la sociedad. En Resumen Latinoamericano (AL)
Por Pablo Solana, desde Quito, para Resumen Latinoamericano.
Después del triunfo del No que reposicionó a Uribe y el Nobel de Paz que legitimó a Santos, la mesa de negociaciones que se iniciará hoy entre el gobierno de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional -ELN- en Quito, Ecuador, ofrece una nueva oportunidad al movimiento social y la izquierda que se movilizan en torno al eje principal de la agenda: la participación de la sociedad.
El pasado 2 de octubre una noticia desconcertó a propios y extraños: la sociedad que fue a las urnas rechazó los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC. Un duro golpe tanto al gobierno como a la izquierda que había arropado con entusiasmo la posibilidad de la salida política al conflicto armado, o al menos su primer paso, con la transición a la vida política de las FARC. El rechazo benefició a la derecha ultraconservadora que tiene como cara visible al expresidente Álvaro Uribe, enemigo de los acuerdos de paz.
Días después, el viernes 7, otra noticia puso a Colombia en primera plana de los diarios de todo el planeta: el presidente Santos había sido premiado con el Nobel de Paz. Con un prontuario que no excluye crímenes de guerra en su época de ministro uribista, la “comunidad internacional” revivía la legitimidad de un proceso de paz herido por falta de apoyo popular, pero lo hacía de una manera particular: enalteciendo la figura del presidente Santos, expresión de un modelo de paz en función de las trasnacionales y el gran capital.
La izquierda propició y acompañó importantes movilizaciones, y en medio del desconcierto tras el golpe del No, algunos sectores reactivaron sus propuestas más allá de los acuerdos de La Habana. Con el No y el Nobel, Santos y Uribe parecían ser los actores de una pelea “por arriba”, donde la gran víctima de las atrocidades del terrorismo de Estado y el conflicto armado: el pueblo colombiano, corría el riesgo de desdibujarse y quedar ausente.
“Participación de la Sociedad”
ELN y Gobierno vienen trabajando una agenda distinta a la que las FARC acordaron en La Habana. Por dos años mantuvieron una fase preparatoria en la que acordaron la metodología y los ejes a tratar. Los primeros puntos proponen: “Participación de la sociedad en la construcción de la paz” y “Democracia para la paz”; allí se plantean mecanismos de participación de la sociedad organizada y no organizada, “con carácter vinculante y decisorio”. Los otros puntos abordan cuestiones que coinciden con lo avanzado en La Habana (Víctimas, Fin del conflicto armado), y otros que responden al carácter específico que el ELN busca darle a la negociación (Transformaciones para la paz, “programas transformadores para superar la pobreza, la exclusión social, la corrupción y la degradación ambiental, en busca de una verdadera equidad”).
La propuesta del ELN está en la misma sintonía de lo que piensan sectores del movimiento social, la academia, la iglesia y la política. La Unión Sindical Obrera (USO), potente organización de los trabajadores del petróleo, ha hecho foros alentando la participación por todo el país; el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, ha sido uno de los principales facilitadores del acercamiento con el ELN, promotor de la iniciativa “Tintos por la paz”; el Congreso de los Pueblos, que agrupa a sectores campesinos, urbanos, estudiantiles e indígenas, hace del reclamo de participación política su bandera principal.
Sebastián Quiroga es vocero nacional de esa organización, y uno de los delegados que está participando en Quito: “La Mesa Social para la Paz es una propuesta que ya tiene un año gestándose; busca abordar una agenda que integre los reclamos y reivindicaciones de las comunidades como las que se expresaron en las luchas de los últimos años, pero también convocar a quienes no se sienten representados por la insurgencia, los partidos políticos, organizaciones o movimientos; también para toda esa amplia mayoría social es la propuesta de la Mesa”, explica
“Algo así como Habanas pequeñas”
El profesor Germán Roncancio participa de la Red de Universidades por la Paz, e integra el Comité de Impulso a la Mesa Social, que se propone ser el espacio de enlace entre la sociedad civil y la mesa de negociaciones ELN-Gobierno. “La instalación de este diálogo puede ser un quiebre histórico”, opina Roncancio. “La Red de Universidades trae hoy sus propuestas: Mesas Universitarias de Paz, para que el aporte de la academia esté en relación con la sociedad civil y con los diálogos entre el gobierno y la insurgencia; tiene que haber múltiples mesas, algo así como Habanas pequeñas”, explica, en relación a la centralidad que adquirió, en los últimos años, lo que se discutió entre las FARC y el gobierno en la capital cubana.
La instalación en Quito
Se espera que el acto de formalización de la mesa Gobierno-ELN se realice hoy jueves 27 de octubre a las 5:00 de la tarde (hora Ecuador – Colombia), en la Capilla del Hombre, casa-museo del artista plástico Oswaldo Guayasamín. Hasta último momento el presidente Santos dilató la confirmación de la participación oficial, a la espera de que sea liberado un excongresista retenido por el ELN en el Chocó, al que acusan de corrupción y perjuicio a la comunidad. Al igual que la puesta en libertad de miembros del ELN encarcelados, la liberación en el Chocó ya fue acordada por las partes, pero el Gobierno aprovecha la excusa para condicionar el inicio de la negociación.
A Quito llegaron centenares de colombianos y colombianas; buses del suroccidente del país, de zonas cercanas a la frontera con Ecuador, y algunas delegaciones de movimientos sociales, universidades y comunidades que promueven la participación.
Las expectativas son compartidas: que por fin se avance en la ansiada puesta en marcha de un proceso participativo donde debatir y construir una paz con cambios, con garantías para la participación política, protagonismo popular y justicia social. De concretarse, sería un muy propicio escenario, tras décadas de guerra, para el movimiento social y para una izquierda que se propone explorar nuevos métodos de lucha sin resignar sus objetivos de revolución social.