26 de febrero de 2021

El secuestro de un joven conscripto en Colombia reavivó el debate: los chicos de la guerra

El caso de un joven conscripto que se “encariñó” con la guerrilla que lo había capturado reavivó los cuestionamientos al Ejército y al Servicio Militar Obligatorio. Pero Colombia no es el único país latinoamericano que empuja a su juventud hacia la violencia militar. En La Columna Vertebral (Ar)

 

Es un juego simple el de ser soldado
Ellos siempre insultan, yo siempre callado
(…) Amar a la patria bien, nos exigieron
Si ellos son la patria yo soy extranjero

Charly García, Botas locas

 

Yonny Andrés tiene 19 años, el pelo muy corto y la mirada limpia, algo ingenua, quizás. Como la de cualquier muchacho humilde, campesino, que de pronto se ve sorprendido por cámaras y micrófonos. Su imagen ocupó todos los medios de comunicación colombianos y redes sociales hace unos días, cuando fue dejado en libertad por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, la guerrilla alzada en armas más antigua del continente. Lo habían retenido, a él y a Jesús Alberto, otro joven soldado conscripto integrado a las filas del Ejército Nacional de Colombia, cuando patrullaban una zona de influencia guerrillera. Pasaron 13 días en manos del ELN y fueron entregados a una comisión de la Defensoría del Pueblo, la Cruz Roja Internacional y la Iglesia Católica.

El hecho no es novedoso en Colombia: cada tanto, los grupos irregulares que ejercen el poder real en los territorios hacen valer su fuerza con acciones de este tipo, para demostrar que el Estado colombiano está ausente o apenas de visita a través de su fuerza militar. En esos casos suele suceder lo que esta vez: tras dar difusión al hecho, el ELN pacta la entrega de las personas retenidas, por lo general en buen estado; cumplir con los protocolos que marca del Derecho Internacional Humanitario para los prisioneros de guerra es parte de la política de esta organización alzada en armas.

Sin embargo, esta vez Yonny Andrés quedó en el centro de la atención nacional por su testimonio apenas fue puesto en manos de la comisión negociadora: “Yo me sentía como amañado [a gusto, adaptado] con ellos, la verdad yo no tengo nada que decir o que me hayan dado mal trato. Estoy feliz de estar libre, pero a la vez triste, porque ya me estaba encariñando con ellos”, dijo el joven, y se desató el escándalo.

En seguida quienes defienden al cuestionado Ejército Nacional de Colombia lanzaron una andanada de insultos al muchacho. “Traidor”, “guerrillero infiltrado”, repetían en las redes. Los medios de comunicación afines al poder militar (que en Colombia no son pocos) instalaron la idea del síndrome de Estocolmo, intentando enmarcar la valoración del muchacho hacia la guerrilla como una afectación psicológica por la cual el prisionero se enamora del captor. Incluso la madre de Yonny intentó rescatarlo, esta vez de posibles sanciones que le fuera a aplicar el Ejército: afirmó que su hijo estaba bajo algún tipo de estrés psiquiátrico.

Sin embargo, en el video difundido días atrás por el ELN como prueba de vida, se lo ve a Yonny muy casual conversando con los guerrilleros, compartiendo la comida, incluso intercambiando sonrisas. Cuando días después se encontró con su familia, en el corregimiento campesino de Aguachica, departamento del Cesar, y tras los reclamos que le hicieron por haber hablado bien de sus captores, Yonny se puso firme y respondió a doña Argenis, su madre: “Mamá, usted me enseñó a decir la verdad, y así fue. Recibí buen trato, buena alimentación y buen dormir”.

Sus palabras resonaron en paralelo a que se conocieran nuevas cifras de Falsos Positivos a manos del Ejército de Colombia: la Justicia Especial para la Paz (JEP) estableció que las víctimas del accionar ilegal de las Fuerzas Armadas colombianas triplican a lo informado por la Fiscalía en su momento: ya son más de 6.000 las personas, en su mayoría jóvenes de extracción humilde –como Yonny– ejecutadas sin motivo y pasadas como “bajas en combate” en los tiempos en que el Ejército necesitaba demostrar a sus financiadores norteamericanos efectividad en la guerra interna. Y se espera que nuevas investigaciones incrementen aún más esas escalofriantes cifras de ejecuciones extrajudiciales.

Por eso, lejos de la versión complaciente del síndrome de Estocolmo, fueron muchas las voces que interpretaron el caso Yonny como una crítica al Ejército Nacional en general, y a la práctica del reclutamiento forzoso para realizar el Servicio Militar Obligatorio, en particular.

 

Buenos - malos

El psicólogo colombiano Diego Marín publicó en las redes una reflexión que rápidamente se volvió viral. Allí explica: “es un muchacho pobre de 19 años, que ni siquiera tiene una construcción completa de su personalidad. Durante su formación militar [en el Ejército de Colombia] se le enseñó que el Estado era ´el bueno´ y las guerrillas eran ´los malos´. Pero [al ser capturado por el ELN] el joven se encuentra con un grupo de personas que se parecen a él, incluso físicamente. Que hablan con acento campesino, quizá parecido al de su madre. Que le dan la comida que acostumbra a comer en casa y que le hacen sentir que no tiene de qué preocuparse. (…) Empieza a comparar el trato que recibía como soldado y el que le están ofreciendo como rehén. Muy probablemente Yonny ahora se cuestiona sobre quién es ´el bueno´ y quién es ´el malo´. Hoy este muchacho siente que le mintieron, no sabe en qué creer, no sabe en quién confiar, no sabe por qué ni por quién luchar”.

Pilar Lizcano es defensora de DDHH e integrante de Ciudad en Movimiento, una organización integrada mayoritariamente por jóvenes. En diálogo con La Columna Vertebral, pone en contexto el impacto que generó este hecho: “La noticia de Yonny vuelve a poner en el centro la crítica al reclutamiento para prestar el Servicio Militar que afecta a jóvenes entre 18 y 28 años; pero va más allá, es también una crítica a la doctrina militar, que es una doctrina violenta, que conlleva la prédica del enemigo interno, de que hay otras personas a las que hay que destruir, así perpetúan un estado de guerra interno cueste lo que cueste; pero con lo de Yonny queda claro que esa idea se cae, él se encuentra con sujetos que son como él y se cuestiona esa formación que recibió”.

Pese a reformas parciales y regulaciones hechas durante los últimos años, el Servicio Militar en Colombia nunca dejó de ser obligatorio. “Cientos de miles de jóvenes tienen que ir contra su voluntad a cualquiera de las fuerzas armadas, Ejército, Fuerza Aérea o Naval, o a la Policía Nacional; los jóvenes bachilleres tienen un tiempo menos, pero en el caso de los llamados ´soldados campesinos´, el tiempo que los retienen es mayor”, explica a La Columna Diego Pinto, integrante de la agrupación Jóvenes del Polo Democrático Alternativo. “Nuestro reclamo ha sido que se respete la objeción de consciencia, que está reconocida legalmente aunque a muy pocas personas se les acepta; pero además seguimos reclamando que se elimine el Servicio Militar Obligatorio”, concluye.

 

En América Latina

En todo el mundo son apenas 66 países los que mantienen algún tipo de Servicio Militar Obligatorio, según el relevamiento hecho en 2020 por la web elordenmundial.com. Si bien la tendencia es a la baja, en los últimos años Suecia volvió a convocar a sus jóvenes a prestar servicio de manera obligatoria, y en Francia el presidente Macron anunció en 2019 que el servicio voluntario se convertirá en obligatorio “en el futuro”.

En América Latina, Colombia ocupa el segundo lugar en el ranking de poderío militar después de Brasil, según el estudio que publicó el sitio web especializado Global Firepower, que comparó ejércitos por categorías como presupuesto, número de miembros activos y equipamiento militar. Siguen en la lista México y Perú. En esos 4 países, al igual que en Guatemala o Bolivia, hay distintas variantes de convocatorias a prestar servicio, aunque con los años se fueron flexibilizando. Similar situación se da en Chile, donde al cumplir 18 años los jóvenes deben inscribirse en un cantón de reclutamiento y esperar a ver si los inscriptos voluntarios son suficientes; de no serlo, serán convocados, ahora sí, de manera obligatoria. En Paraguay existe la objeción de consciencia, que se aplica con más flexibilidad que en Colombia, lo que genera que una mayoría de jóvenes que quiere esquivar la obligación pueda hacerlo.

Uruguay, por su parte, nunca ha tenido Servicio Militar Obligatorio, y en Argentina fue derogado en 1995 tras el escándalo por el asesinato del conscripto Omar Carrasco en una dependencia militar.

Un caso distintivo lo constituye Cuba: allí se denomina Servicio Militar Activo y va de la mano con las variadas y cualificadas opciones educativas universitarias que el Estado pone al alcance de toda la juventud.