Por su contenido y su forma de elaboración, la investigación sobre la Masacre de Avellaneda es una rareza que oscila entre el documento histórico y el reflejo de una mística que marcó una época. A 20 años de su primera edición, recuperamos su historia y el contexto que le dio origen. En ANRed (Ar) | Rebelión (Es)
Por Pablo
Solana*
Cumple 20 años una edición que logró
ser, como se lo propuso, “una herramienta más de lucha”. Apenas impreso, el
libro se convirtió en material de lectura en las barriadas: prácticamente no
hubo organización popular que no llevara ejemplares a cada rincón del país. La
investigación que contienen sus páginas se presentó en los Tribunales de Lomas
de Zamora y fue determinante para argumentar los pedidos de juicio a los
responsables políticos. Fue material prioritario de consulta para periodistas,
estudiantes y académicxs que analizaron aquella coyuntura histórica. Se reimprimió
en Barcelona y se tradujo al italiano. El maestro Vicente Zito Lema solía elogiarlo
y recomendarlo; Javier Torres Molina, estudioso de la obra de Rodolfo Walsh,
arriesgó puntos de comparación entre la obra del más riguroso periodista
argentino y esta investigación; Horacio González dijo en público que era el Operación Masacre del siglo XXI; Vicky
Daleo lo describe así en el prólogo a la primera edición: “un libro urdido como
en telar con las manos, el corazón y la inteligencia (…) que recupera el
´nosotros´, una seña de los ´70”. Tuvo tres ediciones y otras tantas
reimpresiones durante la primera década.
En las líneas que siguen comparto
algunos recuerdos y valoraciones, parciales por definición: se trató de un
libro de múltiples aportes y de autoría colectiva, prácticamente anónima. Entre
las decenas de manos que amasaron esta historia estuvieron las mías. Por lo
tanto, en este relato asumo esa responsabilidad. A la vez, a 20 años, es
imprescindible destacar la labor de todxs quienes sumaron su trabajo, para
valorar la entrega de cada quien y para dar cuenta de una experiencia militante
audaz parida en tiempos extraordinarios, como fueron los que siguieron al 2001
y la rebelión.
Las primeras palabras del libro son
del Che y llevan la letra de Darío Santillán: “Sentir en lo más hondo cualquier
injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. La imagen
que se reproduce a modo de epígrafe muestra la caligrafía de Darío en una frase
que él se sabía de memoria y predicaba con su ejemplo. Esa sensibilidad
guevarista condensa de buen modo el espíritu de aquella camada de jóvenes
militantes que se volcaron con pasión a la militancia por el Cambio Social.
Se inicia con un prólogo de Vicky
Daleo, una querida compañera integrante de la Asociación de Ex Detenidos
Desaparecidos que acostumbraba compartir con nosotrxs charlas sobre las luchas
revolucionarias de su generación. Le sigue un texto de presentación que
describe los criterios y objetivos de la publicación. Después, el contenido se
divide en cuatro partes y un anexo. Incluye fotos, ilustraciones y dos
infografías que ayudan a entender el despliegue geográfico de la represión. No
vamos a hacer una descripción más minuciosa en estas líneas; el libro puede
descargarse fácilmente en el enlace al final de este artículo.
Veamos, en cambio, los principales aportes que hicieron de este trabajo una obra particular:
*
Información precisa surgida del pueblo. Fue determinante el aporte de los
manifestantes, compañeros y compañeras de las organizaciones piqueteras para
reconstruir el accionar represivo e identificar a los responsables. Por
ejemplo: la contundente cifra de 34 heridos de bala de plomo que se convirtió
en información indiscutida y dio por tierra con las versiones que pretendían
victimizar a la policía, surgió de los listados de personas atendidas en el
hospital Fiorito, de las constancias en el expediente judicial, pero, sobre
todo, de testimonios directos recabados especialmente para este trabajo. El
libro denuncia la existencia de una cantidad de heridos de bala que no habían
querido testimoniar ante las autoridades ni ante el periodismo, pero sí
aceptaron hacerlo ante lxs compañerxs que llevaron adelante este trabajo. De
igual modo sucedió con la identificación de los policías que dispararon,
algunos de civil. Una cantidad importante de fotografías y análisis de videos
fueron presentados ante la fiscalía como resultado de esta investigación, sistematizada
con ayuda de los abogados. Así, el libro logró un nivel de rigurosidad en la
información y en el análisis por encima de lo que constaba en la instrucción
judicial.
* Hablamos
lxs piqueterxs del conurbano. La historia fue contada por un “nosotros”
que, como señaló Daleo, remitía al protagonismo colectivo y la mística
setentista (no era habitual aun el cuestionamiento al uso machista del
lenguaje, por eso ese nosotros se
manifesta a lo largo de todo el texto en masculino genérico). No son pocos los
periodistas, analistas o historiadorxs que abordan con respeto la identidad
popular a la hora de narrar hechos como la Masacre de Avellaneda, pero aun así suelen
hacerlo desde una posición ajena a la historia que se cuenta. En este caso, el
relato da un lugar central a las voces propias: “El gobierno está intentando
que desactivemos todas nuestras luchas. Por eso hoy, más que por alimentos y
por planes, compañeros, la lucha es por la dignidad y por sostener este
Movimiento que siempre decimos que vamos a defender”, dice Mariano. “Vimos que apuntaban hacia
donde estábamos nosotros. Algunos balazos eran de goma, porque no lastimaron
tanto a las compañeras. Pero otros eran de plomo. Nos dimos cuenta cuando
impactaron en el cartel que marca el nombre de la estación”, cuenta la
Negrita. “En el piquete la marginación permanente, el patrullero, todo eso
se invierte. El piquete es nuestro territorio. Ahí vos estás con la cara tapada
y con el palo, cara a cara con el milico que tenés enfrente y le decís en la
cara que es un hijo de puta. Eso te da un sentido de integración, de dignidad”,
explica Marcelo. Las páginas destinadas al análisis político, en la parte
IV, también priorizan las voces directas. El libro propone un balance elaborado
en una reunión de delegadxs de base, y se concentra en desgrabar las palabras
de cada militante.
* Coherencia entre el proyecto político-ideológico
y el proceso de producción. En el prólogo a la
tercera edición se dice sobre el libro: “Fue concebido con una lógica
colectiva de participación popular y colaboración horizontal entre movimientos
de desocupados, trabajadores y asambleas vecinales: todo un símbolo de época,
producto genuino del auge asambleario y de protagonismo directo del pueblo a
partir de la rebelión de diciembre de 2001”. En aquellos años decíamos que
nuestra práctica debía “prefigurar” el futuro que anhelábamos, que había que
empezar a poner en juego “aquí y ahora” lógicas de producción y formas de
relacionarnos justas, igualitarias, anticapitalistas. Eso implicaba cuestionar
el lugar del “jefe” en el trabajo y también en la organización social o
política, evitar construir liderazgos en torno al reconocimiento personal y
rechazar la figuración de quienes podían emerger de la organización colectiva por
su carisma o personalidad. Así, lo importante era la asamblea y no el dirigente;
la organización y no la persona; la base social y no los lugares de
representación. Ese espíritu signó la elaboración de este libro. Tanto en el
proceso de producción como en las formas posteriores de circulación buscamos
responder a los principios ideológicos que orientaban nuestra propuesta
política. Lo mismo sucedía en las panaderías comunitarias, las cooperativas de
construcción y los bachilleratos populares.
Esa dinámica, que 20 años después
constituye una verdadera rareza, merece desmenuzarse un poco más:
Autonomía
y autogestión
El libro, de 192 páginas, en su
primera edición lleva como firma “Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal
Verón”. Figura como sello editor “Ediciones 26 de junio”, un nombre que creamos
para esa ocasión y que no volvió a utilizarse. En ese entonces nos rodeamos de
personas capacitadas en las distintas tareas del quehacer de un libro (después,
una vez que aprendimos, aprovechamos esa experiencia para crear la editorial El
Colectivo en 2006, concebida como un proyecto político-cultural del Frente
Popular Darío Santillán). Para imprimirlo buscamos una empresa tomada y puesta
a producir bajo control obrero. En la página final del libro dice: “Impreso en
Coop. Chilavert Artes Gráficas, taller recuperado y gestionado por sus
trabajadores”. Esa primera vez hicimos 1.000 ejemplares que financiamos con un
método de preventa. Asambleas de Buenos Aires y el conurbano juntaron el dinero
entre sus integrantes para encargar cierta cantidad de ejemplares. Lo mismo
hicieron centros comunitarios, colectivos artísticos, movimientos campesinos y
personas individuales. Al poco tiempo volvimos a sacar de imprenta otra tirada
de 1.000 y, si mal no recuerdo, antes del año, otra más. Siempre financiando
los costos con precompras solidarias de organizaciones populares interesadas.
Era firme nuestra decisión político-ideológica de reforzar el carácter colectivo del trabajo. Por eso optamos por poner el nombre del movimiento como firma y diluir, dejar en el anonimato, a las personas que participaron de ese proceso. Creíamos estar empujando los límites respecto a cómo se hacían las cosas. Expresábamos una intención colectivista sincera. El anonimato era reflejo de un trabajo colectivo, pero, además, de una apuesta por lo horizontal y un rechazo a roles de dirigencia que expresábamos en la política y replicamos en la elaboración de este y otros trabajos.
Sin embargo, en los créditos que
figuran en las primeras páginas aparecen mencionadas con nombre propio, aunque
sin apellido, algunas de las personas que no integraban el movimiento y
colaboraron en el libro: “Diseño de tapa, planos e infografías: Eduardo y
Julia. Diseño de interior y armado: Laura, de la Asamblea de S. Ortiz y
Córdoba. Corrección: Graciela, de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos,
y Claudia, de Agencia La Vaca”. Como puede verse, también en estas menciones buscamos
referenciar los espacios militantes colectivos. Eso no menosprecia la
valoración individual de las personas mencionadas, que aportaron una calidad
profesional determinante. El mismo criterio de valoración orgánica por sobre
las personas adoptamos en los agradecimientos que figuran en el texto de
presentación: “FM La Tribu, HIJOS, Correpi, Galpón Sur, Indymedia”. Otra
mención indirecta aparece en la incorporación de una dirección de correo de
contacto, suministrada de manera solidaria en aquellos años por el colectivo
anarquista italiano inventati; pronto
las páginas web serían un canal fundamental por donde dar la batalla
comunicacional, y también en ese plano buscaríamos zafar de la lógica del
control de internet por parte de los grupos dominantes y la lógica comercial.
En
el caso de lxs fotógrafxs es más habitual agradecer por sus nombres a quienes
ejercen el arte de la captura de la imagen precisa. En el libro se menciona a George
Möllering, un holandés que había retratado nuestros barrios y había puesto su
archivo completo a nuestra disposición, y a Pablo Ferraro, compañero del
colectivo Argentina Arde de La Plata, quien captó una de las fotos más potentes,
la que muestra a Darío y a Maxi resistiendo, con una cercanía premonitoria que
los recorta del caos que solo la mirada del fotógrafo logró despejar. La referencia
a otros dos profesionales que hicieron un aporte determinante para la
investigación, Pepe Mateos y el Ruso Kowalewski, quedó diluida bajo la mención
de los diarios en que publicaron las fotos, aunque, en sintonía con esta valoración
tardía, debimos haberlos mencionado por sus nombres.
Sobre el
trabajo de quienes éramos militantes de la organización, se destaca el aporte
de Florencia Vespignani. Ella es la autora del arte de tapa. La ilustración de
Darío, Maxi y el Puente se convirtió en un símbolo. Si bien su estilo es
inconfundible y su arte quedó asociado de manera inseparable a aquellos
procesos de lucha, el reconocimiento a su trabajo no aparece mencionado en
ninguna de las ediciones o reimpresiones. Similar injusticia cometimos en aquel
momento con el compañero Axel Castellanos, estudiante universitario que
integraba el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Almirante Brown: su
trabajo de archivo, desgrabaciones y sistematización de testimonios fue fundamental.
A esta altura se impone reconocer que fue centralmente el equipo que
conformamos Florencia, Axel y yo, el que sacó adelante las tareas más diversas
de coordinación general. En mi caso, por la mayor carga de tiempo dedicado, el
movimiento me autorizó a trabajar en este proyecto en lugar de hacerlo en las
tareas que me correspondían en el trabajo cotidiano y en la organización.
Fueron meses de dedicación exclusiva durante los que conté con el apoyo de
todxs mis compañerxs de Lanús y de la Verón.
Presentación
en lucha y ediciones según los tiempos políticos
El 25 de junio de 2003 el libro se presentó en la estación “Darío
Santillán y Maximiliano Kosteki” (por entonces, Avellaneda) sin ningún acto
especial ni mesa redonda, según recuerdo. La puesta en circulación del libro
fue una actividad más entre las múltiples muestras de compromiso, denuncia y
movilización con las que honramos la memoria de Darío y Maxi desde el mismo momento
de sus asesinatos. Pocos días después realizamos una presentación en la Casa de
las Madres de Plaza de Mayo, junto a Hebe de Bonafini. En otras presentaciones estuvieron
Vicente Zito Lema y Alfredo Grande. En otras, las más, los debates en torno al
libro eran directamente entre la militancia, sin invitados especiales. Sobre el
Puente, el mediodía del 26 de ese mismo año 2003 organizamos un “Juicio Ético y
Político a los autores ideológicos de la Masacre”. Allí, otra vez junto a Hebe
y otrxs compañerxs, me tocó describir las responsabilidades de los funcionarios
del gobierno de Duhalde. Para no olvidarme de nombrar a ningún responsable político
llevaba el libro en la mano, subrayado. Ahí está todo: desde entonces fue una
fuente de consulta fundamental. Quien aún hoy tenga dudas sobre las responsabilidades
políticas de los asesinatos de Maxi y Darío puede consultar la Parte II
titulada “El estado y la planificación criminal”. Otro recuerdo entrañable es
del día en que compartimos el libro con Nora Cortiñas y Cachito Fukman, otro
imprescindible batallador contra la impunidad. La foto de Leo Santillán y su
hijo con ellxs y el libro es una de las más emotivas porque atraviesa
generaciones con un sentido de coherencia estratégica, trascendental.
La segunda edición, presentada en junio de 2005, constó en
realidad de una modificación artesanal de la primera. El nuevo prólogo titulado
“2002-2005, tres años de impunidad”, grafica la necesidad política que llevó a
esa actualización. Tras dos años de gobierno de Néstor Kirchner y la cercanía
del juicio que terminaría con las máximas condenas contra los policías, el
libro se relanzó en sintonía con un acampe histórico de 40 días frente a los
Tribunales de Lomas de Zamora. El prólogo se pregunta si con Néstor Kirchner
podía “¿(…) esperarse el fin de la complicidad y la impunidad? ¿Era posible que
a partir de este gobierno algo cambiara?”. Eran preguntas retóricas, porque a
renglón seguido describíamos “la secuela de promesas, silencios y
especulaciones presidenciales en torno a esta causa”. Las nueve páginas que
abarca el texto están dedicadas a fundamentar una caracterización que fue
polémica en su momento –y que para muchxs que vieron en Kirchner a un político sincero
y dispuesto al cambio sigue siéndolo–: la afirmación de que el presidente
menospreciaba la lucha por justicia por Darío y Maxi, y pretendía usar el caso
como un elemento más de negociación.
Esa segunda edición, como mencionamos, se hizo de manera
artesanal, de forma medio tramposa en realidad. En un sobrante de 500
ejemplares de la última reimpresión fueron pegadas con cuidado, una a una, las
9 páginas del nuevo prólogo diagramado con igual tipografía y formato, y fue
modificada la portada con un autoadhesivo que anunciaba la segunda edición.
Allí ya no figuraba como firmante el MTD Aníbal Verón. El movimiento de
desocupados se había dividido. La continuidad de la política histórica quedó en
el flamante Frente que llevó el nombre de Darío Santillán.
Aunque el collage por medio del cual insertamos el nuevo prólogo
resultó un trabajo prolijo, debemos reconocer que, en rigor, no es así como se
hace una nueva edición. Sin embargo, la maniobra estuvo justificada por la
necesidad política: más allá de protocolos editoriales el libro volvía a
convertirse, de ese modo, en “una herramienta más de lucha” apropiada para
potenciar la denuncia en el contexto del juicio y la complicidad estatal.
Esos pocos últimos ejemplares se agotaron pronto. El libro revivió
recién en 2012, a los diez años de la Masacre.
La tercera edición fue de 3.000 ejemplares. El libro volvió a mostrar cambios: la autoría del Frente Popular Darío Santillán se ratificó con la inclusión del logo en portada y el sello de la editorial El Colectivo, que ya llevaba 6 años y había logrado una proyección sólida en redes alternativas de distribución y también en librerías. La editorial aportó otro elemento de identidad que ya venía marcando época en las nuevas ediciones independientes: el copyleft como alternativa libre al registro de la propiedad. Más allá de esa novedad, el rasgo distintivo volvió a estar en el posicionamiento político que se expresó a través de un prólogo a la tercera edición. Para junio de 2012 Cristina Fernández llevaba 6 meses en la presidencia, pero el texto, firmado por la organización y los familiares de Darío, dirige el pase de facturas a toda la gestión kirchnerista por el desinterés en colaborar con el reclamo de justicia.
A once años de su última edición
Hoy, el libro impreso no se consigue.
La edición digital es valiosa porque permite conocer el texto y acceder a él en
cualquier tiempo y desde cualquier lugar, pero la falta de ejemplares en
bibliotecas populares, centros sociales, sindicatos o incluso escuelas (porque
el libro también fue trabajado por docentes en las aulas para conmemorar la
fecha) debería marcarnos un llamado de atención.
¿Por qué no se volvió a imprimir un
libro que siempre fue buscado, que mantiene su valor histórico y que tanto
sirvió como material de formación para la militancia?
Aquella política que apostaba por el
protagonismo popular, el sentido colectivo y la dinámica horizontal no se
consolidó en el tiempo. Las nociones de autonomía replegaron y volvieron a
primar las concepciones más tradicionales de liderazgos y representación.
En los años posteriores al 2003 solía
escucharse entre la militancia autonomista una crítica cuando no se cumplían
las tareas: si es responsabilidad de todxs, no es responsabilidad de nadie. La
última edición de 2012 buscó de algún modo subsanar esa limitación: el Frente
Popular Darío Santillán asumió la responsabilidad. Pero después esa
organización se dividió (más de una vez) y dentro de las disputas entre las
partes estuvo el tema central de la denuncia a los responsables políticos por
los crímenes de Darío y Maxi. El libro, en ese contexto, quedó boyando en un
vacío de “paternidad”: con la organización rota, volvió a ser responsabilidad
de todxs o de cualquiera, es decir, de nadie.
En estos días volví a releerlo con
detalle para escribir estas líneas. Mientras lo hacía, recibía las noticias y
los mensajes de lxs compañerxs de Jujuy que están protagonizando una nueva
pueblada histórica contra el ajuste y la represión. Por eso volver a este libro
fue una tarea cargada de nostalgia, pero a la vez de sentido de futuro: sigue
siendo imprescindible que cada lucha no deba empezar de nuevo separada de las
luchas anteriores, que la experiencia colectiva no se pierda y las lecciones no
se olviden, que lxs trabajadorxs sí reivindiquen a sus héroes y mártires.
El libro bien podría ser reeditado por
cualquiera de los colectivos que quedaron marcados a fuego por el ejemplo de
Darío y Maxi y honran con sus prácticas y su coherencia sus memorias. Es cierto
que, desde la primera edición, quedó un registro formal en la cámara del libro
a nombre de las personas que mencioné más arriba, quienes conformamos una
especie de equipo de coordinación general; pero ese detalle legal no puede ser
impedimento para que el libro se vuelva a editar.
Sobre la historia que aquí se cuenta
seguramente haya otras miradas, recuerdos y precisiones. Fue entre tantxs que
amasamos este libro que lo más probable es que haya aristas que se me olvidan. Bienvenidos
los aportes, sugerencias, ideas o correcciones.
Ojalá la excusa de los 20 años sirva
para motivar una nueva edición, tal vez de la versión original a secas, tal vez
con algún texto de presentación que ponga todo aquello en contexto histórico. Ante
el momento político que se avecina, “Darío y Maxi, dignidad piquetera” está llamado
a volver a ser una herramienta de lucha más.
Primera edición (2003): https://bit.ly/DyM-DignidadPiquetera-1raEd
Tercera edición (2012, Editorial El
Colectivo): https://bit.ly/DyM-DignidadPiquetera-3raEd
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* Pablo Solana militó en el MTD de Lanús, la
CTD Aníbal Verón y el Frente Popular Darío Santillán hasta su ruptura en 2013. Estuvo
entre quienes promovieron, redactaron y coordinaron el trabajo que dio como
resultado este libro. Fue parte de la creación de la Editorial El Colectivo en
2006 e impulsor de La Fogata Editorial en 2015 en Colombia, país donde vivió y
militó hasta 2020.