El número 2 de Batalla de Ideas incluyó el artículo de
Martín Ogando Una incitación a la
incomodidad. Nueva izquierda y disputa institucional. [Con Joaquín Gómez y Federico Orchani]. En Batalla de Ideas (Ar)
“Es necesario empezar
a dar en toda su plenitud este debate, sin especulaciones, con respeto por
todas las posiciones y aprovechando las grandes coincidencias y la enorme
confianza entre un número importante de organizaciones de la izquierda
independiente” (2011: 164), plantea
allí el autor. Coincidimos, y gracias a la generosidad de los y las compas de
la Juventud Rebelde 20 de diciembre,
intentaremos transmitir algunas ideas que circulan en nuestros ámbitos
militantes. Aún como parte de un debate abierto, aportamos estas reflexiones
con el máximo interés por el destino común.
Saludamos el espíritu
inconformista y la audacia que recorre el artículo de Ogando, los mismos
valores que motivan al conjunto de la militancia de la nueva izquierda
independiente que se propone siempre ir por más. Hacemos nuestras las palabras
del compañero Aldo Casas, quien ante un auditorio colmado de jóvenes militantes
en el cierre del 1er Foro Nacional por un Proyecto Emancipador de la COMPA
afirmó: “Las revoluciones son siempre intempestivas, vienen a romper el tiempo
de la explotación. Nosotros construimos y luchamos con nuestros tiempos,
asumimos la resistencia y la construcción de poder popular con pensamientos,
prácticas y proyección estratégica anticapitalista”. Estamos convencidos que la
realidad actual de nuestro pueblo, y de nuestras fuerzas militantes, reclama
encontrar las mejores formas de intervenir con otra política y otra forma de
hacer política: ese convencimiento y ese espíritu nos anima en este debate.
Martín agrega en su artículo reflexiones novedosas
sobre los límites de los procesos de organización popular de las últimas
décadas, y propone superarlos. Coincidimos con el señalamiento de los riesgos
de que “prime el corporativismo y el enamoramiento” por nuestras construcciones
locales o sectoriales. También es real el peligro de burocratizar las propias
construcciones de base y “caer en el sopor administrativo y el quietismo
conservador”. Y debemos evitar la trampa del pragmatismo y del menosprecio por
la teoría. En síntesis: para no quedar limitados a concepciones basistas, hay
que hacer política. O, mejor: cuando
le proponemos a nuestro pueblo organizarnos para luchar en defensa de sus
–nuestras– necesidades concretas (luchas reivindicativas, sectoriales) o por
necesidades de la comunidad (luchas locales o regionales), debemos a la vez
promover una perspectiva de transformación integral que supone un horizonte que
va más allá de lo particular: una perspectiva política. Esta es una buena base
de acuerdo. Avancemos entonces a partir de estas coincidencias.
Herramienta
política común: ¿“estratégica”
o electoral?
El artículo referido comienza
con una definición tajante: “Nos acompaña desde hace tiempo una convicción:
cada una de nuestra actividades militantes, cada aporte cotidiano, cada línea
escrita tiene el objetivo de aportar en la construcción de una herramienta
política emancipatoria y anticapitalista” (Ogando, 2011: 153). Si bien tal
definición parece dejar de lado otros planos imprescindibles de disputa contrahegemónica,
no haremos eje en esta cuestión, más allá de este señalamiento. Conocemos y
compartimos las prácticas militantes de la Juventud
Rebelde 20 de diciembre, y sabemos cuán amplia variedad de actividades
desarrollan en función de otros ejes de construcción contrahegemónica que
exceden ampliamente la sola construcción orgánica, como parece indicar la
frase: la creación de poder popular y el desarrollo de organizaciones de base,
la disputa de instancias gremiales, la creación de medios de comunicación
populares o el impulso de espacios amplios de unidad, son prácticas que
implican dedicaciones militantes que van mucho más allá de la centralidad
exclusiva –y excluyente– que la afirmación precedente parece otorgar a “la
construcción de la herramienta política”.
Dicho esto, nos parece más pertinente debatir qué
entendemos por “herramienta política”, sobre todo cuando se propone una
“herramienta política común”, “de
síntesis estratégica”, que debe
abordar la “disputa electoral como
momento insoslayable” de la etapa
actual. ¿Se refiere el artículo al
avance hacia una síntesis superadora, en el plano orgánico, de las
parcialidades de la nueva izquierda en un sentido estratégico? ¿O lo que
plantea es dar forma a una herramienta política específicamente electoral como
necesidad de la etapa? Aún si entendemos que estas dos cuestiones puedan ser
necesarias, no son lo mismo. Y por eso implican caracterizaciones, tareas y
desafíos específicos de distinta índole.
a. La herramienta política de “síntesis estratégica”
Efectivamente, la nueva izquierda necesita mayores
síntesis. Es un espacio joven y con mucha potencia, heredero en gran medida del
2001, aunque todavía con niveles de dispersión que imponen la búsqueda de
mayores y más sólidas instancias de unidad.1 Esta afirmación vale
tanto para la búsqueda de síntesis orgánicas (herramienta política), como en lo
que refiere a la búsqueda incansable de mayores y mejores planos de unidad en
espacios amplios de coordinación con otras fuerzas populares, en frentes de confluencia
reivindicativos, en experiencias unitarias para disputas o construcciones
gremiales, etc. En cada caso, se trata de necesidades de primer orden, para el
momento actual y pensando en el largo plazo. Si hablamos de una necesidad
“estratégica”, no estará de más repasar algunas definiciones que, tal vez por
obvias en algunos casos o por considerarlas grandilocuentes en otros, suelen
quedar fuera de nuestros análisis y discursos.2
Nuestro
objetivo. Entendemos que la nueva izquierda independiente se enmarca en la
tradición de luchas revolucionarias por la emancipación de la humanidad.
Propone la construcción de una sociedad de iguales, que podríamos llamar
socialista por afinidad con el ideario emancipador expresado en tantas
experiencias históricas que nos precedieron, aunque para diferenciarlo de los
“socialismos reales” del siglo XX y sus limitaciones podemos referirnos a la
necesidad de un socialismo desde abajo
o libertario. Nuestro objetivo
estratégico, nuestra tarea histórica, entonces, es derrotar al capitalismo, el
patriarcado y el colonialismo como sistemas de opresión, para sentar las bases
de una sociedad de iguales.
Una
definición estratégica. A riesgo de ser demasiado esquemáticos, digamos que
la estrategia es la forma en que se traza el camino (la vía) al objetivo final.
Expresa el “cómo” lograr el objetivo de derrotar los sistemas de opresión y
construir la sociedad de iguales que
anhelamos. Esto se viene intentando desde hace siglos, incluye avances y
retrocesos, y deja enseñanzas que tomamos para reintentar una nueva ofensiva
para vencer. Algunas experiencias históricas intentaron avanzar en el marco de
la lógica política burguesa con la ilusión de derrotar al sistema “ganando
terreno” a través de crecientes reformas democráticas. En otros casos se
intentaron vías de ruptura, que por medio de insurrecciones o la confrontación
armada terminaran con el control del Estado en manos de una fuerza
revolucionaria. Ambas vías mostraron sus limitaciones históricas: hoy en día
hay capitalismo (aunque en crisis) en todo el planeta. Aún así, los balances
para los anticapitalistas ameritan valoraciones distintas. A fuerza de
claudicaciones estratégicas, la socialdemocracia reformista terminó renegando
de su carácter anticapitalista y fue integrada como una variante “suave” de la
misma lógica de explotación del Capital. La vía revolucionaria generó más
expectativas ya que logró derrotar al capitalismo y durante algunas décadas se
construyeron experiencias de referencia para los revolucionarios del siglo XX
(URSS, China, Vietnam, Nicaragua). Pero también llevó a grandes frustraciones,
entre otras razones, porque el estatismo de los nuevos regímenes (y sus
consecuentes verticalismo, reproducción de cúpulas dirigentes escindidas de los
dirigidos, etc.) terminó reproduciendo estructuras de dominación que
defraudaron las ansias emancipatorias de los pueblos y se convirtieron en fracasos
sobre los que avanzó la restauración capitalista (el pueblo de Cuba con su
revolución, sin escapar a esas dificultades, resiste heroicamente). El balance
histórico que proponemos como punto de partida para la nueva izquierda
independiente en la actualidad, configura toda una definición estratégica: la vía hacia el objetivo de construir una sociedad igualitaria sigue pasando
por la insistencia en un cambio revolucionario (de raíz) que confronte sin
medias tintas con las estructuras y lógicas que propone el Capital; pero a la
vez, impone una forma de transitar ese camino revolucionario que no esté
escindida del objetivo, es decir, que no reproduzca en su interior esquemas de
dominación y que en cambio prefigure lógicas igualitarias de nuevo tipo desde
el vamos.
La “herramienta política
estratégica”, entonces, deberá preparar las condiciones para esa perspectiva de
largo aliento. Esa tarea estará atravesada por definiciones que se convierten
en “invariantes” más allá de cada período histórico o etapa: la lucha de clases
como motor de la historia en tanto haya sociedades de opresión; el protagonismo
directo del pueblo a través de sus organizaciones de base, como sujeto de la
historia y como ejecutor de decisiones y acciones que definan su destino; la necesidad
de herramientas sociales y políticas para cada necesidad, que eviten reproducir
estructuras de dominación al interior del proyecto revolucionario, mediante la
puesta en práctica de valores que prefiguren la sociedad por venir. Todas estas
son afirmaciones que deben constituirse en principios
que acompañen cualquier construcción estratégica, a sabiendas de que lo
estratégico será la política que responda a esas “invariantes” (apuntar en cada
momento a la movilización y construcción de poder popular, preparar la
intervención en las grandes confrontaciones para hacer posible una sociedad que
vaya más allá del capital) más que tal o cual modelo organizacional
predefinido: todo esquema organizativo a futuro será siempre provisorio,
ajustable, perfectible.
A la vez, debemos tener en claro que hablamos de
herramienta “política” en un sentido integral (sería más preciso decir, en esta
etapa, “herramienta político-social”: de hecho así se consideran hoy gran parte
de las organizaciones de la izquierda independiente). Si estamos de acuerdo en
esto, podemos coincidir en denominar “herramienta política de síntesis
estratégica” a la construcción común que se propone una parte importante de la
izquierda independiente. Por ese camino estamos avanzando, este debate debe ser
insumo para ello. Es tarea cotidiana no escatimar esfuerzos, de la misma forma
que lo es comprender que se trata de una tarea de envergadura que no se
resolverá plenamente en el corto plazo. Habrá que ir valorando, entonces, los
resultados concretos de cada paso de avance.
b. Una herramienta política para la disputa electoral
El texto de Martín, a la vez que
propone la necesidad de una herramienta política como síntesis estratégica,
reclama su existencia para abordar el “episodio de disputa electoral como
momento insoslayable de acumulación de fuerzas” (2011: 161) en la actualidad.
Aún si consideramos a ambas tareas como necesarias será útil dejar en claro que
se trata de desafíos distintos y, por lo tanto, que plantean características
distintas de lo que en términos generales llamamos “herramienta política”. Si
en el punto anterior resultó pertinente repasar el objetivo último de nuestra
lucha y la estrategia, en este caso, para considerar la necesidad de una
herramienta político-electoral, proponemos un repaso por las definiciones de
táctica y caracterización de la etapa.
También a riesgo de
esquematismos, proponemos una definición de táctica
como toda línea de acción planteada para una etapa o coyuntura que se
desarrolla para avanzar en el camino (estrategia). Cuanto más compleja es la
lucha, cuanto más adversa la correlación de fuerzas, más variadas y complejas
seguramente sean las tácticas necesarias. “Dar un paso atrás para recomponer
fuerzas”, “acumular en silencio”, “no combatir en situaciones adversas”,
“priorizar una forma de lucha sobre otra” son todas formulaciones tácticas que
en sí mismas no son ni buenas ni malas; en todo caso, se demostrarán acertadas
o erróneas si acumulan o no para avanzar hacia nuestro objetivo.
Para definir las tácticas, caracterizar la etapa es fundamental,
aún asumiendo que su lectura no constituye un dato “objetivo”, sino que está
atravesada por subjetividades (los sujetos, su conciencia, sus luchas, el
estado del poder popular, las otras organizaciones, etc.) y sobre todo por una
cuidadosa evaluación de las “relaciones de fuerza”, a todos los niveles y con
toda la complejidad sobre la que nos alertara Gramsci. En el marco de la
izquierda independiente se proponen lecturas del momento y las condiciones no
del todo homogéneas. En Batalla de Ideas
Nº2, Omar Acha afirma: “Una construcción política de la izquierda se hace
pensable en el marco de un largo plazo.
Es una perspectiva ‘gramsciana’ que reconoce la densidad y complejidad de las
mediaciones, demandantes de una teoría del poder diferente a la estatalista.
Hoy carecemos de una formación popular consistente” (2011: 150). Nos parece una
mirada atendible, en lo que respecta a la madurez de un proyecto integral desde
la izquierda que proponga una “teoría del poder diferente a la estatalista” (lo
que situamos como necesidad actual pero sobre todo “estratégica”, en el largo
plazo). Aún así, asumimos que la etapa demanda, con una urgencia que nos
interpela, mayores niveles de intervención política de parte de las
organizaciones populares, más allá de los desarrollos y luchas sectoriales y
locales.
En ese sentido, “hacer política” es mucho más que
presentarse a elecciones. Creemos fundamental, para la nueva izquierda
independiente, asumir el “hacer política” desde la no-separación de lo social y
lo político. “Politizar lo social y darle carnadura social a lo político” es
una frase que define bien nuestra estrategia de construcción de Poder Popular.
Organización de base con sentido estratégico, y batalla política con contenido
y protagonismo popular. Allí hay un amplio espectro de acción (las consultas
populares u otras formas de democracia participativa, las campañas por reformas
legislativas, la irrupción del ideario emancipador en los medios masivos, las
luchas y movilizaciones que avanzan en un proyecto de transformación integral,
etc.). En el marco de este abanico de intervenciones políticas, aparece, ahora
sí, la posibilidad electoral. La construcción de una herramienta específica
para la disputa electoral, entonces, podrá ser una tarea más para abordar una
de las formas específicas de la acción política en esta etapa.
Mientras la herramienta política de síntesis
estratégica deberá concebirse para dar respuesta al conjunto de las necesidades
políticas que se vayan presentando a largo plazo, una herramienta para la
disputa electoral seguramente termine siendo algo así como un “brazo”
específico, que requiera esfuerzos específicos, en el marco de la construcción
estratégica integral. Tener esto claro es fundamental para no confundir los
planos tácticos y estratégicos, para no convertir necesidades tácticas con el
todo, para evitar que el conjunto de la política se vaya tiñendo por la
ansiedad de una necesidad circunstancial.
Hincando el
diente en la posibilidad electoral
Dicho esto, podemos esbozar, para el debate,
algunas ideas sobre el plano de disputa específicamente electoral.3
También aquí empezamos nuestra argumentación con
una coincidencia con el texto de Martín: las elecciones son “el ámbito por
excelencia de la institucionalidad dominante” (2011: 161). Pero digamos más.
“El pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes” sentencia el artículo 22 del Capítulo Primero de la Constitución Nacional. Pocas definiciones como esa concentran la esencia misma de la lógica representativa liberal, su funcionalidad para cualquier esquema de dominación, y su choque (explicitado en esa doble negación: “el pueblo NO delibera NI gobierna”) con las formas de protagonismo directo del pueblo, con la idea emancipatoria de asumir como pueblo nuestro propio destino. ¿Pero acaso toda representación implica dominación? No, pero... Evitemos caer en concepciones políticas idealistas que propongan una horizontalidad extrema e irreal, que cuestionen por ejemplo la validez de elegir referentes, voceros/as o delegados/as (¿no son acaso “representantes” de sus compañeros/as?), porque aún las más consecuentes experiencias de lucha por la emancipación han verificado su necesidad, porque nuestras propias prácticas así lo requieren, si es que pretendemos dar lugar a un cambio social integral, que involucre a millones. Asumimos la lógica delegativa, acompañada de los necesarios anticuerpos –que surgieron de la propia experiencia–, porque conocemos que estamos pisando en terreno hostil en términos de nuestros objetivos estratégicos de igualdad cuando asumimos las lógicas de la representación liberal (aún en el plano conceptual, filosófico si se quiere, que reconoce en el “representante” la acción y en los “representados” la pasividad), y si pisamos ese terreno fangoso sin los máximos recaudos, a la larga, terminaremos asumiendo las ideas de desigualdad que esas prácticas prefiguran, ya que, como enseña Paulo Freire, “la cabeza piensa donde los pies pisan”. |
Hablemos por un momento de nuestrxs compas delegadxs como “representantes”, y veamos qué nos proponemos en estos casos: que sean electos en instancias asamblearias por sus pares; que su labor como “representantes” responda al mandato surgido de esas instancias de pertenencia; que sus mandatos sean revocables en cuanto sus mandantes evalúen disconformidad con su accionar; que se establezcan períodos que obliguen la rotación de compañeros en lugares de representatividad, y quien fue “representante” vuelva a su trabajo, a su base, y otrx integrante del grupo cumpla en próximo período la tarea más superestructural.
¿Suena a un esquema muy exigente, pensando en la
institucionalidad político-electoral que nos propone el sistema? ¿Nos volvemos
“miedosos” y por eso proponemos una lógica imposible si pensamos en el
parlamento nacional, por caso? Creemos que no, que los “anticuerpos” no sólo
tienen sentido, sino que son “insoslayables” en términos estratégicos. Y que
existen experiencias históricas que dan cuenta de su posible y efectiva
aplicación (el caso más reciente es el de los trabajadores de Zanón en Neuquén,
electos diputados provinciales, que acordaron su rotación en el cargo
manteniendo el sueldo que cobraban en la fábrica). Nuestro proyecto
revolucionario anticapitalista, socialista, se inspira en la ideología
contraria a la representación burguesa que expresa el artículo 22 de la
Constitución: si queremos una sociedad de iguales, sin injusticias ni opresión,
resulta imprescindible que el pueblo SÍ delibere y SÍ gobierne por sí mismo, o
en todo caso: que sean los representantes quienes NO deliberen NI gobiernen
sino a través del mandato directo del pueblo. “Mandar obedeciendo” lo llamó el
subcomandante Marcos.4 Esa autonomía y democracia de base es nuestro
principal reaseguro estratégico, y lo es más aún a la hora de pisar el terreno
que propone la lógica antagónica de la representación liberal planteada como un
poder sobre en vez de un poder hacer.
A modo de
repaso
Entendemos que la reflexión desarrollada hasta aquí
habilita las siguientes conclusiones:
*
Nos motiva la convicción de que es una tarea de
primer or-den en el momento actual el desarrollo de políticas integrales de
construcción de poder popular (vale señalar particularmente el trabajo
asalariado, tal vez el sector de importancia estratégica donde mayor es la
debilidad de la nueva izquierda independiente) y de disputa política en
diferentes planos, lo que implica una variedad de tareas y posibilidades.
*
Para estar a la altura de esos desafíos, la
nueva izquierda independiente necesita avanzar en mayores niveles de síntesis
en distintos planos.
*
La noción de “herramienta política” requiere ser
expresa-da con mayor precisión, para diferenciar lo que resulta una necesidad
estratégica integral de lo que pueden ser tácticas específicas.
*
El avance hacia una herramienta política común de síntesis estratégica es uno de los
planos necesarios, que deberá tener en cuenta los objetivos últimos y la opción
estratégica para avanzar en función de esa necesidad integral. Es una tarea
histórica que muestra posibilidades de ser profundizada en el momento actual, y
que continuará madurando en tiempos (e integralidades) que exceden el corto
plazo.
*
Dentro de las tareas políticas necesarias, la
opción de dispu-tar electoralmente las instituciones del sistema –y, para ello,
la construcción de una “herramienta político electoral” – tomará fuerza –o no–
en función de determinada lectura de la etapa, de las relaciones de fuerzas y
posibilidades, como parte subordinada a una construcción y a una estrategia
integral.
*
La política electoral según las reglas del juego
de la repre-sentación liberal, aún como táctica, “prefigura” una forma de la
política que dista de nuestros anhelos de emancipación y protagonismo directo
del pueblo, y se mete en un terreno plagado de acechanzas que el sistema maneja
con maestría, por lo cual requiere de sólidos anticuerpos anclados en el Poder
Popular.
*
No ser claros en la diferencia entre herramienta política de síntesis estratégica
y herramienta electoral, puede dar
lugar a confundir la parte con el todo, es decir: convertir una necesidad
táctica (intervenir en el plano institucional-electoral) con una concepción
estratégica (cuando creemos que no es por esa vía cómo se prefigurará una
sociedad de nuevo tipo).
*Entendemos que estos debates se
dan como correlato de exploraciones y avances concretos, en una dialéctica
imprescindible entre nuestras prácticas y nuestras ideas. Si procedemos con rigurosidad
y honestidad para encarar los nuevos desafíos, no debemos temer equivocarnos:
la claridad de nuestras convicciones estratégicas, los balances y la
posibilidad de profundizar o rectificar caminos, y sobre todo: la confianza en
nuestra militancia y nuestro pueblo, serán la mejor garantía de triunfo.
Esperamos que estas líneas aporten
elementos y contribuyan a estimular nuevos debates, nuevas ideas, nuevos
aportes. Confiamos que, en el acuerdo o la diferencia, serán leídas desde la
voluntad de búsqueda y construcción de un camino unitario que potencie los
esfuerzos militantes, para acercarnos un pasito más a ese futuro de justicia y
libertad que todos anhelamos.
1. A la existencia de la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de Argentina (COMPA) se sumaron el último año nucleamientos como la Coordinadora de Organizaciones de Base (COB) La Brecha o el Espacio Humahuaca. Estos grupos y otros confluyeron a partir de la organización de un acto común y movilización en diciembre de 2011, a 10 años de la rebelión popular, dando origen a un ámbito de articulación general de la izquierda independiente conocido en la militancia como “Espacio 20 de diciembre”.
2. En el mismo número de Batalla de Ideas Agustín Santella (2011) alerta sobre la falta de definición anticapitalista por parte de algunos planteos en la nueva izquierda que proponen idearios de “democracias radicales”. A la vez, coincidimos con Miguel Mazzeo (2011) que reclama una nueva izquierda que, además de “prefigurar” en sus prácticas cotidianas la sociedad que anhela, tenga un carácter “performativo”, es decir, que dé batalla desde la propia enunciación de su política en la medida en que decir cómo vemos las cosas sea una acción transformadora (“que su verbo resulte perturbador”), evitando caer así en construcciones quedadas, estancadas, y evitando resultar, por omisión, condescendientes con el poder hegemónico. Así que, para reafirmar convicciones, reconocer nuestra propia enunciación como acción y, quien dice, tal vez también “perturbar”, decidimos incluir aquí las líneas siguientes.
3. Está claro que aquí nos referimos a las elecciones de cargos políticos representativos, parlamentarios o ejecutivos, y no a la disputa de espacios gremiales o institucionales vinculados al tejido social, como ser sindicatos, centros de estudiantes o sociedades de fomento.
4. El “mandar obedeciendo” zapatista tiene cierto paradójico vínculo con la propia Constitución del Estado de México, con aires remotos de aquella revolución con ínfulas libertarias de un siglo atrás, que estableció algo bien distinto que a lo que marca el artículo 22 de la Constitución argentina, enajenante de la voluntad popular. La Constitución mexicana dice: “La soberanía nacional reside originaria y esencialmente en el pueblo: todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de gobierno”.
*
Artículo
enviado el 18 de abril de 2012
Bibliografía
Acha, Omar (2011). “Discutir
en la izquierda: algunos comentarios”. En Batalla
de Ideas [ISSN 1853-2047] número 2, año 2011, páginas 145-151. Mazzeo,
Miguel (2011). “La izquierda que necesitamos para el país que queremos”. En
VVAA (2011): La otra campaña: el país que
queremos, el país que soñamos, páginas 145-149. Buenos Aires: Editorial el
Colectivo / Ediciones del Movimiento.
Ogando, Martín (2011). “Una
incitación a la incomodidad. Nueva izquierda y disputa institucional”. En Batalla de Ideas [ISSN 1853-2047] número
2, año 2011, páginas 153-165.
Santella, Agustín (2011). “En
las puertas de una batalla de ideas”.
En Batalla de Ideas [ISSN 1853-2047] número 2, año 2011, páginas
135-143.