19 de diciembre de 2021

Raúl Godoy, obrero de Zanon. De la fábrica al parlamento y a la fábrica otra vez

Recientemente fue publicado el libro de elaboración colectiva "2001. No me arrepiento de este amor. Historias y devenires de la rebelión popular", uno de cuyos capítulos aborda la experiencia de la fábrica recuperada Zanon, con testimonio de uno de sus referentes, el dirigente del PTS y del Frente de Izquierda Unidad Raúl Godoy, que conversó con uno de los autores, el militante y comunicador popular Pablo Solana. Compartimos dicho capítulo, a fin de promover la difusión del libro. En La Izquierda Diario (Ar)


El debate en la legislatura neuquina ya se había puesto bravo cuando el diputado Luis Escobar alertó: “¡Presidenta, tiene una bomba molotov! ¿Dónde está el Comisario de Cámara? ¡Tiene una bomba molotov!”. Más de un distraído miró de pronto hacia el extremo izquierdo de la sala, donde tenía su banca el obrero Raúl Godoy, uno de los protagonistas de la discusión. Pero no era él quien portaba la bomba casera, sino su contrincante en la pelea parlamentaria, el representante del Movimiento Popular Neuquino, Claudio Domínguez. El revuelo parecía sobredimensionado: nadie creía que Domínguez iría a arrojar la molotov. Era apenas un recurso histriónico para denunciar a su adversario de izquierda: “Sí, es una bomba molotov”, reconoció el diputado. “Así venían preparados para interrumpir el ejercicio de la democracia, ¡pero la sociedad sabe que la violencia no es el camino!”, gritó. Godoy no se quedó atrás: “¡Tirá la bomba! ¡Tirá la bomba, dale! ¡Patotero! ¡Cagón!”. El escándalo y los insultos quedaron registrados con detalle en la versión taquigráfica de aquella caótica sesión.

Era el 28 de agosto de 2013. El diputado provincial Raúl Godoy vestía la camisa de trabajo de la fábrica Zanon, que por entonces ya se llamaba FaSinPat, Fábrica Sin Patrón. La mayoría de las veces se lo podía ver en el recinto así: el único con pinta de laburante entre tanto saco y corbata y vestidos de salón. Había asumido en nombre del Frente de Izquierda pocos meses antes.

Al igual que el diputado de la molotov, en esa sesión también él tenía elementos que graficaban su denuncia. Sobre su banca había puesto unos cartuchos de escopeta que la policía había disparado unas horas antes. Ese día, desde temprano, una multitud se había dirigido a la legislatura provincial para reclamar lo mismo que él exigía dentro del recinto: que no se aprobara un acuerdo entre la petrolera estatal y la multinacional de origen norteamericano Chevron. Hubo disparos policiales contra los manifestantes. Un proyectil dio en el cuerpo del maestro Rodrigo Barreiro. Sobrevivió, pero el plomo le quedó alojado en el pecho. “No se puede sesionar con un herido de bala en el medio”, afirmó Godoy. La Central de Trabajadores de la Argentina –CTA– y la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén – ATEN– anunciaron un paro bajo la consigna “Abajo el acuerdo YPF-Chevron, basta de represión”.

La gresca en el recinto duró un rato hasta que la presidenta de la Cámara logró someter a votación la continuidad de la sesión. La izquierda quedó en minoría. Fue entonces cuando Godoy hizo el gesto que, convertido en foto, recorrería los diarios del país: sacó de un bolso una bandera yanqui, la desplegó y les dijo a las diputadas y los diputados dispuestos a votar el acuerdo petrolero en beneficio de la multinacional: “Sigan con ésta, bajen la bandera argentina de ahí y sigan votando bajo esta bandera”. Abandonó la sala. Se sumó a quienes se manifestaban afuera. Los diputados oficialistas denunciaron que lo habían visto entre los trabajadores, tirando piedras contra la legislatura. Pero esa versión no pasó de ser una chicana. Aunque a algunas personas les resultara verosímil, nadie la pudo verificar.


Ciudad Zanon

Zanon era un verdadero gigante: llegó a ser la fábrica más importante de porcelanato de América Latina, con 650 trabajadores y trabajadoras. En su predio, de varias hectáreas, cabe prácticamente una ciudad. Los espacios cubiertos abarcan 74.000 metros cuadrados, el equivalente a cuatro canchas de fútbol. Administrar el lugar implica más que garantizar la producción, aunque solo eso ya es bastante: además de las líneas de cerámicas y porcelanatos hay talleres de matricería, tornería, bobinado de motores, electrónica, mantenimiento, y laboratorios de arcilla y esmaltados. En otra nave están el comedor y la enfermería. Más cerca del perímetro, el salón de ventas y las garitas de seguridad. Después de la ocupación obreros y obreras sumaron una escuela y una biblioteca; el playón al aire libre albergó recitales solidarios a los que acudieron decenas de miles de personas.

Cuando decidieron poner en funcionamiento los hornos y retomar la producción al margen de la patronal, en marzo de 2002, la disputa por el destino de la fábrica llevaba ya un largo proceso. 2001, el año del estallido, fue determinante. En abril Luigi Zanon, el dueño de la empresa, intentó suspender al personal. Le respondieron con una huelga que duró 34 días. Al calor de esa lucha, que finalmente se ganó, votaron una nueva comisión interna: la corriente de Godoy ganó representatividad y se fortaleció la organización sindical. En septiembre la patronal volvió a anunciar despidos masivos; los obreros y obreras ocuparon la fábrica e impidieron el ingreso de los gerentes. En noviembre marcharon a la Casa de Gobierno, donde fueron reprimidos con violencia. Pero eso no doblegó sus voluntades: se sumaron a otros sindicatos, corrientes estudiantiles y partidos de izquierda para conformar la Coordinadora del Alto Valle, un espacio de unidad para defender todas las luchas que se extendió hasta la ciudad de Cipolletti, en la vecina provincia de Río Negro.

Zanon se hizo fuerte y el ejemplo del control obrero se irradió hacia todo el país: fueron cientas las empresas tomadas y puestas a funcionar por los trabajadores y las trabajadoras ante los intentos de vaciamiento de las patronales.


Trotskismo, iglesia, fútbol

El nombre de Raúl Godoy es inseparable de esas luchas. También lo es el del Partido de los Trabajadores Socialistas, el PTS, de ideología trotskista, donde Raúl es dirigente. Allí militan, también, obreros y obreras de la fábrica que siguieron su ejemplo. Su trabajo de base y la vasta experiencia sindical le brindaron una apertura de miras poco habitual en la izquierda más dogmática.

–Para mí la fábrica es fundamental, es el verdadero termómetro, el lugar donde yo rindo cuentas –explica Godoy. –En el partido también, ahí estamos los que compartimos un programa. Pero entre los compañeros de trabajo está el sentido común que hay que saber escuchar. Si no, uno podría seguir un programa como una biblia, y no es así la cosa.

Su forma de ser también le debe mucho a su historia personal antes de llegar a la izquierda.

–Mi primera militancia fue en la iglesia –rememora–. Yo soy nacido y criado en Centenario, una localidad acá cerquita de Neuquén; mi mamá me llevaba a la iglesia de pibe. Yo veía las reuniones que hacían ahí los obreros de la UOCRA [Unión Obrera de la Construcción] durante la dictadura. La iglesia del obispo Jaime de Nevares tenía bastante militancia barrial. Estaba la pastoral migrante, había gente chilena también. Mi procedencia es un poco de ahí. Desde los 12 hasta los 16 años daba catecismo, teníamos grupos juveniles. Esa tradición fue quedando en la memoria histórica de la vanguardia neuquina.

A los veintipico se fue a estudiar Medicina a La Plata. Quería ser médico, pero trabajó de lo que pudo. Consiguió que lo emplearan como albañil en la Dirección de Escuelas hasta que lo echaron: promediaban los noventa, eran tiempos de ajuste del Estado. Con su compañera y sus dos pequeñas hijas, Lucía y Natalia, decidieron volver a Neuquén. La crisis terminal del Movimiento al Socialismo –conocido con los años como el viejo MAS– lo sorprendió militando en la capital bonaerense. Allí fue parte de la fundación del PTS, la apuesta que hicieron para seguir adelante después de la ruptura. Llegó a Neuquén con la tarea de construir el partido en la provincia: “Éramos apenas seis, y yo tenía la posibilidad de entrar a trabajar en Zanon. Eso era bueno porque nos proponíamos estructurarnos en el movimiento obrero”.

Empezó a trabajar en la fábrica en febrero de 1994, a poco de cumplir 30 años.

–Tenía que andar tapadísimo. Al principio tenía que callarme, no podía decir que era militante porque me echaban. Eso es lo que pasa en muchos lugares de trabajo, donde para los trabajadores no hay democracia.

Durante mucho tiempo debió mantener una doble identidad. En la fábrica era Raúl Godoy; solo quienes compartían su filiación política lo llamaban con el apodo que traía de La Plata, con el que se lo conocía en los círculos partidarios: el Pájaro.

Durante la segunda mitad de los noventa se profundizaron los problemas laborales, pero la empresa prohibía a los trabajadores hacer asambleas. Entonces a Raúl se le ocurrió una forma ingeniosa de empezar a organizarse con sus compañeros:

–Hicimos un torneo de fútbol durante todo un año. La metodología del campeonato era un equipo por sector y cada equipo tenía un representante, o sea, un delegado. Así pudimos entablar relación con todos los sectores de la fábrica. Entrábamos en confianza en las charlas, después de cada partido, cuando íbamos a tomar una cerveza.


“Acá también se la vamos a batallar”

Desde que en 2011 las trabajadoras y los trabajadores de Zanon decidieron autorizar a sus dirigentes para presentarse en las elecciones parlamentarias, en la legislatura neuquina pasaron situaciones nunca vistas. Primero fue la asunción de Alejandro López, exsecretario general del sindicato ceramista. El Frente de Izquierda había logrado más de 10.000 votos, por lo que le tocaba una banca. Era la primera vez que un trabajador de una fábrica bajo gestión obrera llegaba al parlamento provincial. Como el Frente estaba integrado por Zanon y tres partidos políticos, decidieron que el espacio sería ocupado de manera rotativa. El obrero ceramista Alejandro López estuvo el primer año, hasta diciembre de 2012. Después fue el turno de Raúl Godoy, propuesto por su partido, el PTS. Le seguirían, en los dos años restantes, la docente Angélica Lagunas, de Izquierda Socialista, y la trabajadora de la salud Gabriela Suppicich, del Partido Obrero.

Cuando le tocó asumir, Godoy fue a la legislatura en mangas de camisa, con la ropa de trabajo de todos los días. Llevaba la gorra con el logo de Zanon colgando del bolsillo trasero del pantalón. Se acercó al estrado donde lo esperaba la presidenta de la Cámara. Juró “por la patria, la lucha internacional de la clase obrera y sus mártires, los pueblos oprimidos del mundo y la memoria de los 30.000 desaparecidos”.

Mientras el resto de las diputadas y los diputados le daban el saludo de bienvenida que marca el protocolo, desde las tribunas la barra del PTS entonaba: “Todos esos diputados son de los capitalistas, pero nuestros diputados son obreros y socialistas”; “Somos de la gloriosa clase obrera argentina… no nos corre el gobierno, no nos corre la yuta, no nos corre ninguno de esos hijos de yuta”; y advertían: “Ya van a ver, ya van a ver, la clase obrera en el poder”. Godoy cumplió los formalismos y salió de la cámara. Dedicó unas palabras a sus compañeros y compañeras que aún estaban dentro del edificio de la Legislatura. Señaló hacia el recinto y dijo:

–Esta es una tribuna, algo circunstancial, una trinchera donde todo va a ser más hostil. La militancia es nuestra fortaleza. Lo que jetoneemos acá se lo tenemos que hacer pagar en la calle, porque esa es la posta. Acá podemos hablar mejor, peor o más o menos, pero nuestra fuerza está en la militancia. Necesitamos una corriente política revolucionaria, poderosa, en los sindicatos. Un partido de trabajadores sin patrones. Estamos acá para terminar con esto. Para que todo el mundo tenga derecho a una vivienda, acceso a la salud, a vivir dignamente, y se terminen en Neuquén, como en todo el país, las casillas de cartón. Esto no es lo nuestro, pero acá también se la vamos a batallar.

Su gestión parlamentaria dejó, además de la denuncia a Chevron –bandera yanqui incluida–, un proyecto inédito en la vida política argentina, que después sería replicado por el Frente de Izquierda a nivel nacional.


“Lo mismo que una maestra”

El proyecto de ley proponía equiparar las dietas de las personas con cargo político con los sueldos de docentes.

–La propuesta de que los diputados cobren lo mismo que una maestra empalma con un sentimiento profundo en los trabajadores y el pueblo –declaró Godoy al momento de hacer la presentación–. Es una desigualdad alevosa que haya funcionarios ricos mientras enormes sectores de la población tienen que remar día a día para llegar a fin de mes.

La iniciativa entró por mesa de entradas el 21 de febrero de 2013, acompañada por la firma del secretario general del gremio docente. El proyecto fue resistido por legisladoras y legisladores de las demás fuerzas políticas, que defendieron sus ingresos seis o siete veces por encima del salario promedio de la población trabajadora. Pero eso no impidió que el Frente de Izquierda predicara con el ejemplo: Godoy, y quienes lo siguieron en la banca, solo cobraron lo que propusieron. Donaron, cada mes, el resto de la dieta a fondos de huelga y causas solidarias.

Un año después, el diputado Nicolás Del Caño presentó un proyecto similar en el Congreso Nacional. Los partidos mayoritarios no acompañaron la iniciativa. Sin embargo, aquella idea que nació en Neuquén de la mano de un obrero sentó un precedente que naturalizó una sana costumbre para quienes llegan al parlamento desde la izquierda. Desde entonces nadie, en ese espacio, incumple con el criterio de cobrar lo mismo que una maestra a la hora de ocupar un cargo legislativo en cualquier jurisdicción, sea nacional o provincial.


De vuelta a la fábrica

Aquella gestión legislativa fue breve: en diciembre de 2013, a solo un año de haber asumido, dejó su lugar para que lo ocupara otra representante del Frente de Izquierda. Honraba así el compromiso de rotar la banca. Satisfecho por la labor cumplida, Godoy anunció: “Yo me vuelvo a trabajar a la fábrica”. Y así fue. Retomó su puesto en la línea de esmaltado de cerámicas. Desde su lugar de trabajo, y desde el activismo gremial, acompañó la formación de nuevas camadas de delegados obreros.

En 2015 sus compañeros y compañeras lo propusieron nuevamente como candidato a la legislatura provincial. Fue electo hasta 2019. En ese tiempo presentó cerca de 200 proyectos. Propuso la prohibición de despidos y la ampliación de derechos de las mujeres, la juventud y los pueblos mapuche; hizo pedidos de investigación sobre hechos represivos; no dejó aspectos del programa de la izquierda sin abordar.

Después de esa nueva gestión parlamentaria, volvió a la línea de producción una vez más. Otro trabajador de Zanon, Andrés Blanco, Chaplin, asumió una banca tras el buen resultado del Frente de Izquierda en las elecciones de 2019.

–Ahora estoy laburando de nuevo en la fábrica –cuenta Godoy–. No tengo cargo ni en la cooperativa, ni en el sindicato ni en ningún lugar. Estoy haciendo militancia fuerte desde abajo, está bueno. Creo que volví justo en un momento importante, por la pandemia. Estuvimos unos meses tecleando mal porque no nos entraba un mango, así que tuvimos que organizar la resistencia desde el fondo del mar. Me alegro de haber podido estar en la fábrica en este momento.


20 años: “Un avance para nuestra clase”

–El 2001 nos marcó mucho, a varias generaciones –reflexiona Godoy–. El método de la acción directa, de la asamblea, persiste. Ahora, hasta el burócrata más podrido tiene que hablar de asamblea para legitimarse. Las fábricas y empresas recuperadas seguimos siendo una pequeña trinchera de lucha. Hasta el día de hoy, cuando hay conflictos grandes, cierres de fábricas, el fantasma de la ocupación y puesta en producción por parte de los trabajadores sobrevuela automáticamente. Acá se pusieron bajo control obrero Cerámica Stefanoni en Cutral Co, Cerámica Neuquén, Textil Neuquén. Cuatro fábricas en gestión obrera, inspiradas por Zanon. Y casi una quinta, una maderera, pero hubo un desalojo.

–Y más allá de la experiencia sindical, en el plano político, ¿qué rescatás?

–La izquierda logró más visibilidad. En todos esos años era la izquierda del “cero coma”, era visible en conflictos pero no tenía voz política, no había una voz disonante, anticapitalista, en ningún diario, salvo en la sección Policiales. Ahora hay una visibilidad, hay una franja de gente que empatiza con una izquierda más radicalizada, no adaptada a lo que quiere el régimen. Eso es un avance para nuestra clase. Hay una izquierda trotskista que es un punto de referencia. Se consolidó un espacio muy de vanguardia, pequeño, pero que no lograron doblegar con esas ideas del malmenorismo. Cada vez más gente dice que no, que vamos por otra… Del 2001 a esta parte esa mayor representación política, incluso parlamentaria, ha sido importante para visibilizar la voz de los procesos más profundos.

Zanon –en rigor FaSinPat, la cooperativa Fábrica Sin Patrón– cumple 20 años bajo gestión obrera. Es un hito difícil de igualar en las luchas anticapitalistas a nivel mundial. Raúl Godoy sabe que, junto con sus compañeros y compañeras, todo este tiempo estuvieron haciendo historia. Se arremanga la misma camisa con la que pasó por el parlamento, la que llevó a seminarios internacionales, la que transpiró en más de una represión, y se vuelve a concentrar en la línea de producción. Sigue trabajando. Aún faltan varias horas para que se cumpla su jornada laboral.