30 de enero de 2024

Voces que retumban en silencio [Prólogo]

Prólogo al libro de poemas de Jesús Rojas "Voces que retumban en silencio". En Lanzas y Letras (Co)


Conocí la poesía de Jesús en septiembre de 2021. Estaba en Buenos Aires cuando me escribió para contarme que había editado su primer libro, Caminos fangosos, que incluye varios relatos y algunos poemas. Enseguida cuadramos para vernos. Recibí un ejemplar que tuvo la generosidad de acercarme al barrio de La Boca, gesto que le agradecí sinceramente. Sabía que se trataba de una edición autogestiva y que él mismo se encargaba de distribuir y vender los ejemplares de mano en mano. Como militante y editor (y ocasionalmente autor), sé de lo que se trata. Este segundo libro repite el método: es una edición sencilla pero cuidada, gestada con pasión artesanal.

No es casualidad que haya elegido empezar estas líneas resaltando esa particularidad, que destaco como virtud. Un joven escritor podría explorar otros caminos: presentarse a premios importantes que pudieran darle un renombre y cierto conocimiento masivo; buscar algún editor-mecenas con quien negociar el contenido de una obra que tuviera en cuenta las demandas del mercado; publicar directamente en redes sociales más atento a lo que mande el algoritmo y no tanto a lo que dicte su sensibilidad y su conciencia; o simplemente escribir algo distinto a la poesía para caer más simpático al lector promedio actual. No son opciones contrapuestas ni deshonrosas, pero cualquiera de ellas dejaría gusto a poco si se convirtiera en la única elección.

Publicar un libro en tiempos de egoísmo neoliberal y de embrutecimiento masivo –como proponen quienes detentan el poder– es un acto de resistencia. Si el libro es de poemas es, además, un acto de rebeldía. Una apuesta por la sensibilidad, por el compromiso con un futuro mejor para esta maltrecha humanidad.

Hace poco volvimos a encontrarnos con Jesús, esta vez en Lima. Tuve ocasión de preguntarle por Javier Heraud, el poeta limeño acribillado en 1963 por la Guardia Republicana cuando tenía 21 años. Tras haber estudiado en Cuba, Heraud se había sumado al Ejército de Liberación Nacional (ELN) del Perú. Conocí la poesía de Javier, que emparenté con la obra temprana de otros dos poetas muy queridos: el guatemalteco Otto René Castillo y el salvadoreño Roque Dalton. Es claro que la poesía de Jesús recibe la inspiración de Heraud, además de otra influencia obvia, la de César Vallejo. Pero Javier también se hace presente de cuerpo entero entre las páginas de este libro, porque como escribe el autor: “Su temblorosa voz / se escucha en los bosques / en las montañas / su sonrisa juvenil / sigue pintando / dibujando / la memoria de Madre de Dios. / Solo sé: / ¡El poeta no ha muerto!”

Son tiempos difíciles para la humanidad, harán falta mil batallas. Hoy los desafíos son distintos a los que tuvo que enfrentar la generación de Javier Heraud, y por lo tanto la literatura –fruto dialéctico de cada contexto histórico– también lo es. Pero aun cuando las luchas deban ser por otros medios, algunas de ellas (la batallas por el sentido, por las ideas, por la justicia y por la belleza) se seguirán librando, al igual que entonces, a pura poesía.

Los buenos poetas no mueren y los buenos libros de poesía perduran. Este libro está llamado a perdurar: seguramente sea el primer poemario que publique Jesús de muchos que vendrán.