12 de junio de 2013

"Organícense"

“Mi obsesión es que se organicen, si no lo hacen van a venir por ustedes”, sentenció Cristina en su último gran acto en Plaza de Mayo. Cuánta organización popular genera el kirchnerismo, cuánta la(s) izquierda(s). Para qué proyecto. En Marcha (Ar) | Democracia Socialista (Ar)



UyO. “La Plaza del 25 mostró que el protagonismo ya no es del PJ. La nueva fuerza de Cristina es Unidos y Organizados”, se entusiasma un importante dirigente sindical K. El balance se vuelve menos optimista cuando se le pregunta cuántas provincias, municipios o sindicatos de peso dirige “la fuerza política de Cristina”: pasaron 10 años de una oportunidad única para el oficialismo y la estructura que le da gobernabilidad (o puede también quitársela) no es UyO sino el pejotismo más tradicional. Aún así, a partir del conflicto por las retenciones en 2008 el kirchnerismo desarrolló una fuerza social encuadrada, militante, que hoy expresa una identidad mayoritaria dentro del heterogéneo movimiento popular. Tanto La Cámpora (que nació como escuela de funcionarios y fue expandiendo su militancia) como el Evita han logrado arraigo en los barrios, al que se suman otras organizaciones con historia como la Martín Fierro. El panorama sindical es más complejo, ya que está atravesado por la decisión del kirchnerismo de fragmentarlo para debilitarlo. Aún así hay notorios dirigentes sindicales que conducen gremios con capacidad (los docentes bonaerenses, el de más reciente repercusión, o los trabajadores del subte, protagonistas de un nuevo sindicato de una democracia interna inédita, conducido por dirigentes de este espacio K). Referentes de primera línea de organismos de DDHH, movimientos campesinos, colectivos de género y espacios culturales, se identifican conUnidos y Organizados. La movilización del 25 mostró a una militancia diversa, convencida.

O pero no U. En la izquierda la coincidencia genérica anticapitalista no alcanza a disimular las notorias diferencias de estrategia. La diferenciación más marcada se da entre el trotskismo y un espacio algo difuso de nuevos movimientos sociales y jóvenes fuerzas políticas identificadas como nueva izquierda o izquierda independiente. Los partidos trotskistas, de férreos principios anticapitalistas, fuerte dogmatismo y modestos pero combativos anclajes sindicales y estudiantiles, confluyeron en el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT). Por otro lado, la denominada nueva izquierda parece estar aún algunos pasos atrás. “Necesitamos un ´Unidos y Organizados´ de la izquierda independiente”, grafica el referente de una de las principales organizaciones. Las luchas sociales de la última década y media vieron crecer -y replegarse- a fuertes movimientos de desocupados, un renovado movimiento universitario, colectivos culturales y una incipiente militancia sindical. Los reagrupamientos políticos (Otro Camino para Superar la Crisis en 2009, la Coordinadora de Organizaciones y Movimientos Populares de Argentina -COMPA- hasta la actualidad) no se consolidaron. Para más, la encrucijada electoral evidenció marcados desacoples en este conjunto de organizaciones, que costará acomodar. Si vemos que se trata de fuerzas nuevas (entre un lustro y una década de existencia, según los casos) habrá que ser condescendientes con sus tiempos de maduración. Pero atendiendo la coyuntura que viene, más marcada por los desafíos políticos que por las agendas de luchas sociales donde esta nueva izquierda mejor se mueve, sería bueno que desde este espacio no se subestime la necesidad de asumir mayores flexibilidades tácticas que faciliten mejores condiciones de unidad: la fragmentación en momentos de dificultad suele llevar al aislamiento.

La organización popular “realmente existente”. Los proyectos kirchneristas y trotskistas se muestran claramente irreconciliables: unos defienden el pragmatismo de “los cambios posibles” mientras los otros enfrentan cualquier política que no exprese una “ruptura con el capitalismo en crisis”. La nueva izquierda, mientras tanto, suele coincidir con el trotskismo en las luchas antiburocráticas de base, como sucede en los convulsionados gremios docentes (la lista bonaerense multicolor congregó al activismo del FIT, de La Brecha y del Frente Darío Santillán). En el plano político las coincidencias se mantienen en la crítica a aspectos económicos estructurales, pero los caminos se bifurcan ante cuestiones determinantes como el latinoamericanismo (la ponderación de lo que sucede en Venezuela, como caso paradigmático), y también la valoración fina de la política en nuestro país, donde la nueva izquierda, además de cuestionar los resortes estructurales del modelo K, se esfuerza por esquivar la confrontación con los aspectos progresivos del gobierno. Éstas son, a la vez, definiciones que podrían establecer puentes posibles de unidad de acción entre sectores de esta nueva izquierda y las organizaciones de base del kircherismo. Por caso, expresiones del espacio independiente buscan articulación con organizaciones K en el armado de una Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Allí están el Movimiento Evita, los campesinos del MNCI, los cartoneros del MTE, la recuperada IMPA, el Movimiento Popular La Dignidad y Marea Popular. “Hay que pensar en una confluencia con sectores de la base social kirchnerista para lo que se viene, pero para eso tenemos que tener una fuerte organización propia, del espacio de la izquierda independiente” razona uno de los referentes que apuesta a la CTEP. Y tras esa lógica de fortalecer lo propio, ve incluso con buenos ojos la coordinación electoral de quienes, aún participando de estas coordinaciones con sectores kirchneristas, concretaron una alianza con el opositor partido de De Genaro y Lozano en Buenos Aires. “Es un contrapeso necesario”, justifica.

Tiene razón Cristina cuando alienta la organización como reaseguro para defender los intereses populares. Pero si hay riesgo de que una ofensiva reaccionaria se proponga “venir por nosotros”, es porque el kirchnerismo, que contó con una oportunidad única después del 2001, no confió en el pueblo para enfrentar a los sectores que detentan el poder real (la confrontación con el grupo Clarín está lejos de empañar los beneficios extraordinarios de multinacionales que, como también dijo la Presidenta, “se la llevaron con pala” en la década K). Por eso será imprescindible la construcción de un proyecto popular que se proponga alterar la estructura de injusticia que el capitalismo propone y el kirchnerismo convalida. Esa perspectiva está expresada en el ideario de la izquierda (de una izquierda heterodoxa, en sintonía con los procesos populares en el resto de Nuestramérica) más que en la dudosa convocatoria a “profundización del modelo” K. Es cierto que las fuerzas de izquierda aún son políticamente débiles.  La nueva izquierda, a la vez que libra luchas junto a la izquierda tradicional, deberá saber dialogar con la base social kirchnerista, e incluso proponer alianzas con fuerzas populares de la centroizquierda. Pero sin perder la brújula del objetivo de fondo: el empoderamiento de los trabajadores y el pueblo en la perspectiva de un verdadero cambio social. No sólo para que no “vengan por nosotros”, sino para acumular fuerzas en el camino de la construcción de una sociedad igualitaria, una Patria socialista.