31 de octubre de 2017

“Hacemos libros que nos gustaría leer y las grandes editoriales no publican"

¿Es cierto que en Colombia ´se lee poco´? ¿Es viable un proyecto cultural que busque incidir en el mercado sin rendirse a la lógica de la oferta y la demanda? Editorial La Fogata fue invitada al Congreso Internacional de Educación en Perspectiva Latinoamericana*, y en esta nota nos cuentan su experiencia. En Lanzas y Letras (Co)


¿Es cierto que en Colombia ´se lee poco´? ¿Es viable un proyecto cultural que busque incidir en el mercado sin rendirse a la lógica de la oferta y la demanda? Editorial La Fogata fue invitada al Congreso Internacional de Educación en Perspectiva Latinoamericana*, y en esta nota nos cuentan su experiencia:

 Por Pablo Solana**. En diciembre se cumplirán dos años (¡apenas dos años!) de que un grupo de entusiastas nos reunimos para dar vida a un nuevo proyecto, para lo cual contábamos con casi nada. Acordamos algunas ideas muy generales, y sometimos a debate la primera decisión colectiva: el nombre. Barajamos distintas propuestas y quedó La Fogata: nos gustó la idea de encender fueguitos, hacer libros para que brillen con luz propia, parafraseando al gran Galeano.

Yo venía de Argentina con alguna experiencia editorial, había sido parte, durante algunos años, de un proyecto muy lindo y potente que se llama Editorial El Colectivo. Aquí, mi rol en el grupo inicial fue transmitir entusiasmo porque “no es tan difícil”, decía, “allá lo hicimos y funciona”. Otras voces proponían prudencia. “Miren que en Colombia la gente no lee”, nos dijeron más de una vez. Sin embargo, por mis viajes frecuentes entre Buenos Aires y Bogotá sabía del interés de muchas personas, estudiantes, jóvenes, que buscaban ediciones de Argentina que aquí no se conseguían, que me pedían títulos de allá… Notamos que eso expresaba una necesidad, unas ganas de leer no satisfechas por la oferta editorial en Colombia.

En aquel entonces no profundizamos el tema, no buscamos despejar esa duda sobre si realmente leen mucho o poco las y los colombianos (ese genérico nacional un tanto absurdo porque, ¿cuánto en común tienen una niñita de la Guajira y un ricachón de la zona exclusiva de Bogotá?). Pero sí nos quedamos con la idea de que hay personas interesadas en adquirir buenos libros, y eso nos dio otra orientación: nos volcaríamos a hacer libros que nos gustaría que existan aquí, y que no interesan a los grandes sellos editoriales.

Durante estos días, motivados por esta presentación que nos invitaron a hacer, nos decidimos a hurgar en ese mito que dice que en Colombia se lee poco.

Miren, las estadísticas no son graves. El Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLAC) reunió información de todos los países de la región y elaboró este gráfico:



Colombia registró en el año 2016, en su Cámara del Libro, algo más de 27.000 títulos, lo que da un promedio de 3,7 ediciones cada 10.000 habitantes. Esa cifra no desentona con el promedio latinoamericano. Es cierto que hay sociedades que consumen más libros, pero en Colombia se editan, en promedio, más títulos que en Ecuador o México, por ejemplo.

No hay información que segmente ese consumo. Con esos datos no alcanza para saber quiénes compran libros en Colombia y quiénes no. Aunque hay un indicador que puede ayudarnos a intuir algo al respecto: el precio comparativo de venta al público.

Sin mucho esfuerzo, valiéndonos de internet, podemos ver lo siguiente. Elijamos un best seller multinacional, uno de los libros más vendidos en el mundo, esos que se consiguen en cualquier país. Por ejemplo, Cincuenta sombras de Grey. En México se puede adquirir en la cadena Ghandi por 199 pesos mexicanos, unos 11 dólares. En Colombia, en las tiendas Panamericana cuesta 55.000 pesos colombianos, es decir, un poco más de 18 dólares. El mismo libro, un 35% más caro aquí que en países con mercados similares.



Decir que en Colombia se lee poco no ayuda a resolver el problema si no vemos, además, que los libros que se editan están destinados, por sus altos precios, a las clases pudientes. El mercado colombiano del libro hace productos antipopulares, destinados a un consumo elitista.

Una primera explicación podría apuntar a la implacable lógica del mercado, pero hay algo más.

Cultura para pocos
En el prólogo de un hermoso libro sobre las Bibliotecas de Bogotá editado por Bibliored, el historiador y periodista José Orlando Melo González cuenta que la Biblioteca Nacional, única abierta al público en Bogotá a fines del siglo XIX, “era una biblioteca para eruditos”, integrada en sus inicios solo por obras de Teología de los colegios jesuitas. Ya iniciado el siglo XX se le criticaba a la única biblioteca abierta al público los costos muy altos de los depósitos que exigía para acceder a los libros. En 1921 el director de la biblioteca explicó que “nunca se había pensado en presar libros al pueblo, pues todos los 500 libros escogidos para préstamo estaban en francés, y los obreros no leen francés”. Cuenta Melo González que, en Colombia, las bibliotecas públicas modernas no se expandieron como en el resto de las grandes urbes latinoamericanas a partir de la revolución industrial en Europa y el fomento del libro en el siglo XIX, sino que aquí aparecieron recién con la creación de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, en 1954, y la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá, en 1958. Esta última en sus orígenes era igual de restrictiva que la Nacional del siglo XIX: era una biblioteca cerrada, con los libros guardados en depósitos subterráneos, que no prestaba ejemplares para llevar a la casa. Hasta avanzada la década de 1990, según Melo González, Bogotá no tenía una sola biblioteca de buena calidad en la que los usuarios pudieran hojear los libros libremente y llevárselos prestados, los dos rasgos básicos de cualquier biblioteca pública. Recién en 1997, hace apenas 20 años, la Luis Ángel Arango empezó a prestar los libros para llevar.

Pareciera ser que la ley del mercado y los precios altos que rigen la venta de libros en Colombia en la actualidad, comparten una raíz común con el desinterés que el Estado dispendió históricamente al fomento de la cultura, reservándola para las élites. Antes en las bibliotecas o ahora en las librerías, solo puede acceder a un buen libro quien pueda pagar costos alejados de la economía de las clases populares.

Eso abre una línea de indagación muy interesante, que nos llevaría a conclusiones ya estudiadas por la historiografía crítica: la configuración de un Estado diseñado exclusivamente en función de los intereses de las clases dominantes. Podemos ver claramente eso en los análisis que abordan el problema de la tenencia de la tierra en Colombia tanto como en la falta de fomento a la cultura de las clases populares: son dos facetas de la misma configuración de un Estado antipopular.

Pero volvamos al caso que nos ocupa.

Esos otros libros: La Fogata Editorial
En dos añitos de vida nuestra editorial cuenta ya con veintidós títulos editados; hemos puesto cerca de 40.000 ejemplares en circulación, y de a poco nos fuimos ganando un espacio en librerías, universidades, tiendas populares, barrios y eventos. Nos han convocado a Ferias del Libro en Medellín o Cúcuta (donde una de nuestras ediciones recientes, ¡Papá, son los muchachos!, fue la más vendida) y por segunda vez consecutiva ocupamos nuestro espacio en la Feria Internacional del Libro de Bogotá.

Claro que sigue siendo un proyecto modesto, con muchas limitaciones. Empezamos con casi nada, y bueno, seguimos con muy poco: aún no tenemos oficinas bien equipadas, ni vehículo para el reparto, ni sueldos fijos ni publicidad. Pero las repercusiones de nuestra labor editorial nos muestran que hay una experiencia construida en función de algunos principios de trabajo, algunos convencimientos que nos guiaron, y que nos parece útil compartir, socializar:

1. La Fogata es una editorial “independiente”. ¿De qué o quiénes no queremos que dependa nuestro proyecto? En primera instancia, de la lógica mercantilista. Conocemos las editoriales comerciales que hegemonizan el mercado, y que hacen libros con la misma lógica que podrían hacer electrodomésticos. O las cadenas de librerías que venden novelas o floreros, y les da lo mismo. La Fogata en cambio nace con la idea de hacer libros con fines sociales, culturales, educativos, políticos, pero no con el objetivo principal de montar un negocio cuya curva de ganancias se eleve hasta llenarnos los bolsillos. Si bien necesitamos recursos para editar, hemos decidido no recibir dinero de ninguna entidad que nos pueda condicionar (en una sociedad capitalista, quien pone el capital suele pretender poner, además, condiciones en función de su interés). Ahí hay una primera definición, un principio fundacional y central de nuestro trabajo. Claro que, una vez dicho eso, se impone una aclaración, porque nuestros libros tienen un precio de venta, nos gusta que se agoten las ediciones y prestamos atención a cuánta gente pregunta o compra los libros que editamos. Eso nos lleva a una segunda definición:

2. La Fogata es un proyecto social y cultural autogestivo, es decir, nos proponemos que nuestra labor editorial pueda proyectarse y ser viable económicamente. Nos gustaría hacer una Editorial que regale todos sus libros a escuelas, a centros comunitarios, en las estaciones de Transmilenio, en los mercados campesinos y en los estadios de fútbol. De hecho, destinamos un porcentaje de cada edición a hacer donaciones a centros sociales y bibliotecas populares, nos gusta que los libros sean excusas para convocar talleres y conversatorios y para esas actividades los ponemos a disposición. Nuestro sueño es que algún día podamos regalar todos los libros que hagamos, hacer libros sólo para donarlos, para que circulen gratis, sin costo alguno para quien quiera leerlos. Aunque para ello algunas cosas que no dependen solo de nosotros tendrían que cambiar. Por ejemplo, el sistema capitalista. Porque más allá de nuestras intenciones filantrópicas, hacer libros hoy, en esta sociedad, nos cuesta un dinero, y no encontramos mejor forma para disponer de ese dinero que ofrecer lo que hacemos a cambio de que nos paguen un precio que nos permita volver a invertir en nuevas ediciones.

Buscamos de todas formas fijar precios de venta económicos, populares, ofrecemos promociones, porque aún obligados a recuperar la inversión y lograr que nuestro proyecto sea autosustentable económicamente, vemos que se puede lograr eso sin aprovecharse de quien venga a comprar un libro. Es abusivo el porcentaje que cobran las grandes librerías. El autor, la autora, los editores, recibimos una parte muy menor de las ventas y las grandes cadenas de intermediación y comercialización se quedan con las mayores ganancias sin producir; pero no nos metamos ahora en esos vericuetos. La mención venía al caso porque, en nuestro breve andar, llegamos a la conclusión de que, aun debiendo vender los libros y competir en el mercado, sí se pueden ofrecer libros de calidad a precios accesibles. (Lejos de los 55.000 pesos que cuesta un libro como el que señalamos más arriba en la principal cadena de librerías de Colombia, nuestros títulos promedian los 20.000 pesos de venta al público). De esa forma seguramente nuestro proyecto tardará más en capitalizarse, pero creemos que así seremos más fieles a nuestra idea de para qué editar. Muchas veces vemos la necesidad de explicar esto, aunque parezca un detalle propio del proceso de producción, porque dar a conocer esta otra lógica de trabajo nos permite apelar también a quienes buscan nuestros libros, y hacerles conocer que, al comprar un libro de La Fogata, aun siendo éstos más baratos sin por ello resignar calidad, el futuro lector o lectora está colaborando, está siendo cómplice, de otra lógica de hacer y de intercambiar lo que hacemos. Si somos conscientes de esto, nosotros y ustedes estaremos aportando al sostenimiento de un proyecto autogestivo, y eso es más que comprar un libro, es aportar a que nuevos libros puedan existir, aportar a otras formas más solidarias de producción e intercambio de lo que producimos.


#Antiprincesas y #Antihéroes en escuelas de la periferia de Bogotá
3. Nuestra Editorial surgió, crece y se proyecta de manera solidaria, colaborativa. Cuando empezamos, hace dos años, éramos compañeros y compañeras de distintos colectivos. Cada quien tenía la idea de editar un libro, una idea bastante avanzada, pero que por sí mismo no hubiera podido editar. Los primeros títulos de la Editorial son proyectos que sólo fueron posible sumando esfuerzos. Es justo mencionar a esos colectivos preexistentes a la Editorial, sin cuyo aporte no hubiéramos podido ni empezar: la Escuela Nacional Orlando Fals Borda, que quería editar un libro sobre Feminismos Populares, aunque no sabía bien cómo; el Colectivo Frente Unido y el Periódico Periferia, que tenían en preparación un hermoso libro sobre Camilo Torres que pudimos concretar sólo sumando esfuerzos entre todos. Unos compañeros que estaban poniendo en marcha una distribuidora cultural se sumaron a ayudar. Apenas empezamos recibimos otro empujón solidario, que fue determinante: la Editorial Chirimbote de Argentina, que había empezado a editar la colección Antiprincesas, con máxima generosidad nos ofreció un convenio para editar en Colombia sus libros orientados a fortalecer infancias más libres. Nuestro proyecto todavía no tenía su forma jurídica consolidada, por lo que el convenio resultó ser más un acuerdo de confianza, de buena voluntad. Esas bellas ediciones nos abrieron puertas de librerías y nos permitieron llegar a un público más amplio apenas empezamos. Del desinterés con el que procedieron… o, mejor dicho: del interés solidario con el que se manejaron con nosotros, aprendimos una forma de trabajo, una ética del compañerismo aún para hacer productos que, como les decíamos más arriba, están destinados a ser comercializados, a generar algún dinero, a entrar en la lógica del mercado sin que esa lógica desvirtúe el principio de la solidaridad.

Aprendiendo de eso nos volcamos a proponer otras alianzas: junto a Izquierda Viva Ediciones / Ocean Sur, una editorial latinoamericana, sumamos fuerzas para llegar a la Feria del Libro con un stand que no tuvo nada que envidiarles a los de las otras editoriales. De nuevo: solos no hubiéramos podido, uniendo esfuerzos pudimos hacer mucho más de lo que nos hubiéramos imaginado. En ese camino promovimos distintas coediciones: además de las experiencias ya mencionadas nos asociamos con Lanzas y Letras en dos ocasiones, América Libre o La Pajarera Libertaria. En esa lógica proyectamos los próximos pasos. Esta invitación que nos hacen a este Congreso, por ejemplo, nos mueve a pensar qué libros podríamos editar en alianza con Universidades, con Centros Académicos o Institutos de Formación.

Hace unas semanas nos invitaron a un Seminario en la Universidad Francisco de Paula Santander, en Cúcuta, y terminamos ofreciendo nuestros servicios como editorial a unos profes de la Carrera de Ciencias de Comunicación, que tenían unos trabajos magníficos de los estudiantes y no encontraban por dónde editar. Hay muchas instituciones, espacios sociales, colectivos, que quisieran ver sus trabajos editados y tal vez les parece algo difícil de lograr, o muy costoso, o lejano a sus posibilidades. Es cierto que según el caso hay algunos desafíos que sortear, pero igual de cierto es que, uniendo esfuerzos, la tarea es más fácil; ahí están como ejemplo nuestros dos años de hacer libros, habiendo empezado, como les contamos, con casi nada.


La Fogata junto a Periferia Prensa, en Medellín
4. Por último, es pertinente hacer mención al más reciente libro que coeditamos, que llamó la atención de los organizadores del Congreso y por el cual nos han invitado. Esa edición nos permite proponer como criterio de trabajo otra idea: es posible hacer ediciones de calidad y que, además, trasciendan internacionalmente, desde una joven y humilde editorial autogestiva. El libro se llama América Latina. Huellas y retos del ciclo progresista; reúne artículos y entrevistas a figuras de primer orden de la política continental: desde la expresidenta de Brasil Dilma Rouseff, el vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera, y una cantidad de analistas internacionales de mucha jerarquía, como Atilio Boron, Isabel Rauber, Maristella Svampa, Claudia Korol o el recientemente fallecido Fernando Martínez Heredia.

Reunir esos aportes, gestionar esos artículos y entrevistas, implica un desafío que nos hubiera quedado enorme si no fuera porque -una vez más- nos apoyamos en el trabajo solidario y articulado con colegas en distintos países. El libro, que me tocó compilar junto al periodista y amigo Gerardo Szalkowickz, tuvo mayor aporte de edición en Argentina por parte de la Editorial Sudestada, otro proyecto independiente que lleva más de una década y media produciendo materiales de gran calidad por fuera del mercado de las grandes editoriales comerciales; también fue concebido para ser editado en Venezuela por la Fundación Editorial El Perro y la Rana, un sello editorial del estado venezolano que selecciona textos latinoamericanos; hemos paseado el libro por otros países, que nos han consultado para hacer nuevas ediciones internacionales. El libro se ha utilizado como material de formación en la Escuela Nacional Orlando Fals Borda en Colombia y ha sido motivo de debate en la Cátedra de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Andina Simón Bolívar en Quito, Ecuador. La edición que hicimos está agotada en Colombia, lo que es una suerte porque quiere decir que el libro también aquí despertó mucho interés. En todo caso, la mención sirve para demostrar que apostar a un proyecto autogestivo, independiente, por fuera de los grandes circuitos del comercio editorial, no implica resignarse a hacer trabajos de baja escala o conformarse con hacer libros para pocos. Se puede -al menos esa va siendo nuestra experiencia- desarrollar una Editorial que logre posicionarse y aportar al circuito cultural producciones internacionales de calidad.



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Es justo agregar que, si esta exposición estuvo centrada en nuestra labor y la mención de nuestros libros, eso se debe a que para ello nos convocaron, para compartir nuestra experiencia. Pero sabemos que en Colombia hay otros proyectos similares con más desarrollo, con más años de existencia, que también son referentes para nosotros y que reconocemos como nuestros “hermanos mayores” en esta hermosa labor de hacer libros por fuera de la lógica del mercado. Vale mencionar a nuestros compañeros de Periferia, quienes desde Medellín se sumaron a reforzar nuestra labor editorial y además de un periódico de más de 10 años tienen una imprenta que ponen al servicio de las producciones independientes; o los colegas de Desde Abajo, también invitados a este Congreso, que hace más de 20 años editan libros con los que nos hemos formado y con quienes aún no hemos tenido oportunidad de coeditar, aunque confiamos que pronto podamos concretar proyectos en común.

Estamos contentos por el desarrollo en este poco tiempo de vida de la Editorial La Fogata, pero sabemos, porque está en nuestro ADN, que el futuro bien puede ser por fuera de la lógica de la especulación comercial, y es con los demás.

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Para conseguir los libros en línea: www.lafogataeditorial.com


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* Congreso Internacional de Educación para el Desarrollo en Perspectiva Latinoamericana organizado por la Universidad Minuto de Dios, Bogotá.

** Pablo Solana es editor de la editorial La Fogata y la revista Lanzas y Letras (Colombia).